The Bear. Temporada 1

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1. He vuelto a ver la primera temporada de “The Bear” porque me puede la presión social y la desconfianza en uno mismo. La primera vez quedé descolocado y no supe apreciarla en lo que vale. Tampoco en esta segunda oportunidad es la pera limonera, ya lo adelanto, pero desde luego no merece el ninguneo que yo injustamente le dediqué. Recuerdo que mi hijo casi me mata: "Cómo es posible que alguien como tú no sepa apreciarla y tal...". Una piropostia en toda regla. 

Tras él llegaron las tertulias y los premios, metiéndome el dedo en el ojo cada vez que “The Bear” ganaba prestigio y estrenaba nuevas temporadas de acción trepidante en la cocina. Así que hice examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de enmienda. Ahora mismo estoy aquí, confesando mis pecados, y dispuesto a cumplir la penitencia que suela imponerse en estos casos. 

2. En esta segunda visita a “The Bear” he comprendido que parte de mi despiste, de mi pecado gustativo, se debe a que yo también veo las series intoxicado por el algoritmo. Yo lucho contra él y lo pongo a parir en estos escritos, pero ya circula sin remedio por mi sangre. El algoritmo es insidioso como un virus: se traslada por el aire, te lo tragas sin querer y se hace fuerte en las conexiones neuronales. Es un auténtico hijo de puta.

Un día ves una serie que no se adecúa al algoritmo y se produce el cortocircuito. No importa que sea buena o que sea mala: simplemente te cuesta seguirla porque no aparecen por ningún lado los personajes consabidos. En “The Bear” no hay cerdos machistas (al menos ninguno evidente o peligroso), no hay ejecutivas empoderadas, no hay transexuales, no hay sexualidades fluidas, no hay abuelitos abrazando a sus nietos ejemplares. Por no haber, no hay ni crímenes para resolver. No hay psicópatas ni carreras de coches. Tampoco pibones. “The Bear” es la historia muy simple -pero a la vez muy compleja- de un grupo de cocineros que tratan de salvar su negocio y nada más: abrir a la hora, servir los bocadillos y facturar todo lo posible para llegar a fin de mes y pagar el alquiler. El algoritmo de la otra realidad. 




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