Compañeros de juerga

🌟🌟🌟

En Compañeros de juerga, Laurel y Hardy, que pertenecen a una sociedad masónica que no se reúne para dominar el mundo, sino para beber y flirtear con las camareras, mienten a sus esposas para poder pasar el fin de semana en Chicago, con los compadres, y no en casa, en el sofá, bajo la mantita, aburridos sin el televisor que por entonces aún no se había inventado, escuchando un serial de la radio, o recortando recetas de cocina. Laurel y Hardy, que son dos tontos de remate, se creen en realidad muy listos, los hombres de la casa, y consiguen, en principio, engañar a sus esposas. Pero los personajes femeninos de 1933 no son como los que vinieron años después, en la época dorada de Doris Day -que pobre Doris Day, qué culpa tuvo la pobre- y en vez de quedarse tan panchas en el hogar, dedicadas a sus menesteres, la partida de bridge, o el club de las esposas lectoras, se quedan con la mosca detrás de la oreja, atentas al desliz, porque saben que sus maridos son dos gilipollas de campeonato, siempre chanchullando sus escapadas, y que cuando Hardy menea el bigote, y Oliver se rasca el cogote, algo huele a podrido en la Dinamarca del respeto conyugal.




    Varios años más tarde, ante el pelotón de fusilamiento de los productores, hubiera estado muy mal visto que un par de mujeres fueran más inteligentes, más responsables, que los mentecatos de sus maridos, reducidos casi a la oligofrenia, a la tontuna infantil. En cierto modo, la relevancia de los papeles femeninos ha vivido una evolución, una involución y una nueva evolución. Una U invertida que es la campana de Gauss dada la vuelta, repicando en el campanario con mucha violencia. Ahora que las actrices reclaman con justicia papeles enjundiosos, centrales, de llevar las riendas y la iniciativa – de llevar los pantalones, que se decía antes- habría que darse un paseo por el cine de hace muchos años, incluso el cine pueril y tontolaba de Oliver y Hardy, para ver que hubo una edad distinta, fructífera, que se fueron cargando entre el código Hays, las monsergas de los curas y los excesos de la testosterona.