La balada de Narayama

🌟🌟🌟

Cuando ya no podamos pagar las pensiones de los jubilados, lo primero que harán será obligarnos a trabajar hasta los 70 años. Ya están a punto de aprobarlo. Saldremos de nuestro tajo o de nuestra oficina y al día siguiente ingresaremos directamente en el asilo, sin que nos den tiempo a dar de comer a los gorriones, ni a seguir la marcha de las obras en el barrio. Aplicarán la doctrina del shock en cualquier país de mierda controlado por la CIA, o acojonado por los mercados financieros -uno asiático o subtropical que sin embargo tenga los índices de natalidad por los suelos- y luego, por este orden, implantarán la medida los británicos, que son los palmeros del Imperio, más tarde los americanos, dando ejemplo al mundo liberal, y al final, como siempre, last but not least, los estados europeos del bienestar, que aprovecharán un despiste del electorado para meternos la ley por el culo disfrazada de sexo satisfactorio. Supongo que por entonces ya será Íñigo Errejón, como secretario general del PSOE, el que comparezca cariacontecido ante las cámaras del Telediario. Todo esto ha sucedido ya tantas veces…



    Pero no será suficiente. Unas décadas más tarde, cuando en los países civilizados ya no nazcan niños porque la gente se irá de casa a los cincuenta años, los alquileres estarán a precio de Palacio Real, y las guarderías públicas serán un mito del pasado, algún becario de la prensa más conservadora descubrirá -en alguna filmoteca perdida, en un mercadillo de DVDs- una copia subtitulada de La balada de Narayama, y saldrá corriendo hacia la sede del periódico gritando “Eureka, eureka…” En la película, cuando los ancianos del valle miserable alcanzan los 69 años, deben ser llevados por sus hijos al monte Narayama, a cuestas, como fardos simbólicos, para que les acoja en su seno el dios benefactor. Y morir en paz. Esto, por supuesto, no es más que un camelo de los sacerdotes japoneses, y de lo que se trata, en realidad, es de que las raciones del puchero toquen a más, y dejar hueco en la mesa a las nueras, a los yernos, a los nietos que van naciendo casi a cada polvo que se echa.

    En la distopía que nos espera, la Solución Narayama será a los viejos lo que la Solución Final a los judíos. Los que mandan rebuscarán citas en la Biblia, harán campañas publicitarias, apelarán a la población sostenible culpabilizando a la anciana que insiste en seguir viviendo, al hijo irresponsable que no cumple con su obligación eugenésica, y en unos años, dos generaciones a más tardar, convertirán el monte Teleno -que es el que nos toca a los de León- en un cementerio a la intemperie donde yacerán al fresco nuestros mayores. Abajo, mientras tanto, seguiremos en la terracita de verano aspirando el humo de los coches, hablando de los fichajes veraniegos…