Charles Chaplin: cortometrajes para la Essanay.

🌟🌟🌟🌟

De no haber sido por el cineasta Mack Sennett -que le descubrió cuando su compañía teatral actuaba en Nueva York- Charles Chaplin habría regresado a Londres con su troupe y la historia del cine se hubiera escrito de otra manera. Una gripe inoportuna o una torcedura de tobillo hubieran asesinado al vagabundo Charlot antes de nacer. Pero Chaplin compareció aquella noche ante su público y Sennett, deslumbrado, le ofreció un contrato para que actuara en las comedias locas que él mismo rodaba en un poblacho entre naranjales llamado Hollywood. 

Es el talento, sí, pero también la suerte.

Chaplin aceptó la oferta de Sennett y se hizo de oro, pero un año después quiso más oro y le entró el prurito de ponerse tras la cámara. En su autobiografía -que es algo así como el Nuevo Testamento escrito por el Hijo de Dios- Chaplin viene a decir que la Keystone era una productora chapucera que infravaloraba su talento y además le regateaba los dineros. Así que terminó su contrato y firmó uno nuevo con la productora Essanay, que manejaban dos tipos llamados Spoor y Anderson. De ahí el nombre de la empresa: S&A= Essanay.

Para que Chaplin rodara sus cortometrajes al principio le mandaron a un pueblo perdido de California, y luego a Chicago, donde residía oficialmente la compañía. Pero Chaplin se puso farruco y terminó imponiendo su criterio de rodar en el valle donde nunca se ponía el sol, al lado de Los Ángeles. Allí, además, florecían muchachas muy hermosas por los campos... Ese fue su gran primer desencuentro con los productores de la Essanay, antes de quejarse otra vez de que no ganaba el dinero suficiente. Así que al igual que hizo con Sennett, cumplió su contrato de catorce películas a toda pastilla -a un ritmo tan frenético como se suceden las hostias en la pantalla- y en un solo año de rodajes (1915) ya estaba listo para fichar por la Mutual. 

Pero ésa -si encuentro tiempo entre tanto deporte y tanta plataforma- ya será otra historia...