Retrato de una mujer en llamas


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De haber sido una película porno se habría titulado "Retrato de una mujer ardiente", o caliente, o cachonda incluso: la historia de una pintora y su modelo que se desean al instante, se cruzan dobles sentidos con mucha intención y al primer roce de los dedos abandonan la pose y los pinceles para empezar a comerse los morros. Pero "Retrato de una mujer en llamas" está lejos, muy lejos, del género pornográfico. Y eso que sus personajes -Marianne, la retratista, y Héloise, la joven retratada- al final terminan por enredar sus cuerpos desnudos, porque es mucho el deseo que sienten, e insoportable, el amor que se profesan. Pero antes de abrazarse bajo las sábanas, estas dos mujeres del siglo XVIII tendrán que desprenderse de un corsé literal y de otros muchos metafóricos. Un desnudo integral que durará días, semanas, hasta que comprendan que lo correcto es hacer lo que está prohibido por la Santa Madre Iglesia, y la incauta madre de Héloise.



    Héloise es una joven recién salida del convento que va a casarse con un hombre muy rico de Milán, y en esa época ya inconcebible que desconocía el Tinder y el Instagram, los amantes que acordaban relaciones separadas por montañas se hacían un retrato que enviaban por adelantado antes de conocerse, confiando en que la pericia del artista reforzara los puntos fuertes del rostro, disimulara los puntos débiles del cuerpo, y el resultado no fuera tan engañoso como para que el receptor del cuadro, al enfrentarse semanas después con la carne ya indudable, no se sintiera tentado de romper el compromiso. La mamá de Héloise confía mucho en Marianne, que es una artista joven y educada que viene recomendada por algún pariente lejano de París. No quiere hombres que tonteen, que seduzcan, que pongan en riesgo la virginidad y la pureza. Quizá no concibe que dos mujeres también puedan enamorarse y terminar abrasadas por un fuego que las consuma, y tal vez por eso relaja la vigilancia, se desentiende del asunto, y deja que en las mismas alcobas de su casona, Marianne y Héloise se enamoren sin esperanza y sin consuelo, arrebatadas en un amor imposible que sólo durará unos días, en la presencia, pero toda la vida, en la ausencia.