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Antes de que dé comienzo
el monólogo de Malena Pichot -supongo que para hacer la gracia y enfervorizar a
su grey- un camarero se acerca para decirle que si va a hablar de feminismo él
también quiere opinar:
-
¿O acaso no puedo opinar porque soy
hombre?
A lo que ella,
silenciosa, responde sacando una lupara y apuntándole al pecho, como
insinuándole que ni se le ocurra: que éste es su escenario, y lo de ahí abajo
su potorro.
Me parece bien. Si no
estás de acuerdo con el espectáculo, a callar. Como cuando toca ir a misa
porque se murió un familiar, o hay que ver el telediario de Antena 3 porque
visitas a tu madre. Ajo y agua. No es cuestión de decirle al cura que deje de predicar,
o de pedirle a tu madre que cambie de canal y ponga al tío Wyoming con la
esperanza de que Sandra Sabatés no se haya ido aún de vacaciones. El sacerdote
y tu madre están en su casa, y tú, visitante ocasional, te jodes como Herodes
(Malena, que conste, dice cosas peores). Y además, qué coño: ella tiene razón
en casi todo. Casi...
“My kingdom, my rules”,
como dijo un rey de Inglaterra, y el kingdom de Malena es su escenario y su
micrófono. Ella es la reina de la función y toca escucharla. Cuando estás de
acuerdo, pues sonríes y aplaudes; y cuando se te ocurre una objeción, pues sonríes
menos o aplaudes menos fuerte. Lo fundamental es ser educado. En esto como en
todo.
Dicho esto, hoy lo
consecuente sería no escribir nada. Autoconcederme unas vacaciones. No voy a
ser mejor o peor escritor por dejar sin firmar una gacetilla. Pero un prurito
mental, y otro dactilar, estimulados por el café, me dejan el ánimo un poco
inquieto. Mientras veía el monólogo se me ocurrían... matizaciones. Nada fundamental.
No creo que sean “estupideces complejas”. En lo gordo estoy completamente de
acuerdo; en lo flaco... En fin. ¿Pero quién se atreve, después de la lupara? Yo
no, desde luego. Sólo diré que me he reído mucho. Esta mujer tiene eso que
llaman “vis cómica”. Un don. Y además, los hombres, grosso modo, somos “ansí”,
como ella nos retrata. Más simples que un pirulí, o que una pija. ¿Se puede ser
más simple que la propia pija? A veces sí.
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