Suro

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A mí, que soy un bolchevique derrotado pero no abatido, me debería haber gustado más la segunda hora de “Suro”. En ella se denuncia la explotación de los trabajadores marroquíes que extraen el corcho de los alcornoques. Alcornoque, por cierto, era un insulto que se decía mucho en los tebeos de Mortadelo y Filemón. “Persona ignorante y zafia”, dice el Diccionario de la RAE en la tercera acepción. 

Me gustaría emplear tal adjetivo contra estos garrulos de mierda que malpagan a sus esclavos y los hacinan en habitáculos precarios o inmundos. Pero prefiero -no sé por qué, quizá porque me suena más eufónico o me sale más de los adentros- llamarlos auténticos cabronazos. Hablo, por supuesto, de esta jarcia “emprendedora”, nativa y blanca, española -o catalana en este caso- que lleva la banderita en la muñequera y la papeleta guardada en la guantera por si hubiera que votar a toda hostia y echar a los rojos a patadas simbólicas, ya que no pueden echarlos a patadas reales, y cosas peores. 

Sin embargo, la parte de “Suro” que más me gusta -la única, en realidad, porque lo otro es una película de Ken Loach pero sin su “british touch”- es la primera, cuando Vicky Luengo y su marido (y aprovecho para preguntarme qué tiene este hombre que no tenga yo para merecerla, dejando aparte la cuestión obvia de la edad) se instalan en esa casa rústica perdida en el monte. La casa, al parecer, es una herencia dejada por la tía de Vicky, y yo paso ese rato soñando con una vida campestre al lado de la Luengo, que en la película además es arquitecta, exiliada de lo urbano, y cuenta con su talento y con sus muchas pelas para convertir el chamizo en un casoplón en el que retirarse del mundo. 

Dos náufragos terrestres rodeados de alcornoques arbóreos y de animalitos del bosque.... Una fantasía como de película de Disney, o como de “El hombre tranquilo” pero en Cataluña, que el director de la función, tan comprometido y tal, se encarga de estropear en el segundo acto de la función. Viviendo lejos del mundanal ruido con Vicky Luengo qué me importarían a mí ya las revoluciones o las justicias sociales.