Traidor en el infierno

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Esta es sin duda la peor película de Billy Wilder. Aunque él mismo, en el libro de conversaciones con Cameron Crowe, diga que es uno de sus orgullos. Ironías...

Aprovechando que Brackett y Diamond no figuraban en el guion, dos payasos se hicieron con la función para interrumpir continuamente la trama de las fugas y los nazis. Un disparate de Miliki y Fofó... 

- ¿Cómo están ustedes?

- Pues aquí, en el sofá, aburridos de ver esta tontería...

Ver “Traidor en el infierno” es como atender en clase mientras dos repetidores hacen chistes en voz alta y ponen sus pies sobre la mesa. Pero con chistes malos, y provocaciones sin anarquía. Qué pesaditos, esos dos presos afectados por la Cejijuntez de los Apalaches, que es una enfermedad que te vuelve australopiteco sin remedio. Resulta incomprensible que Wilder -el profesor hueso, el terror del instituto- no les metiera en vereda para salvar este despropósito de comedia. Para que la pelicula, ay, superara la prueba del tiempo. Y es que es verdad que nadie es perfecto. 

William Holden está bien, pero sale muy poco. Casi tan poco como Anthony Hopkins en “El silencio de los corderos”, aunque el recuerdo de su presencia nos traicione. Hollywood les concedió el Oscar principal haciendo de secundarios. Anécdotas y tal. Como que el jefe del campo de prisioneros es Otto Preminger, el afamado director. Un prusiano con acentorro y cabezón.

Lo más triste es que ya me olía la tostada. De hecho, “Traidor en el infierno” era la única película de Wilder que nunca había visto. Será mi sentido arácnido, que me avisa de los peligros. Iba a decir mi sexto sentido, pero ésa es otra película americana. ¿Bruce Willis salía con gabardina o con americana? Ya no lo recuerdo. Tendría que volver a verla, aunque ya nos sepamos el final. Es el privilegio de los clásicos. De muchos que rodó Billy Wilder, por ejemplo. Pero éste, en concreto, no.