The Architect

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Al cine escandinavo siempre le pongo una estrella de más porque su telón de fondo es el verdadero paraíso en la Tierra, y yo me quedo maravillado contemplando lo que hay más allá de los amores y las desgracias: la limpieza, y el bendito frío, y las bicicletas, y la eficacia de los servicios públicos. Las vikingas en su salsa y los cielos límpidos de su poesía.

Aunque en Escandinavia ahora gobiernen las derechas para ir jodiendo poco a poco el invento, la socialdemocracia de la posguerra construyó allí lo más parecido al ideal comunista que lleva un siglo alimentando nuestros sueños. El experimento soviético terminó en ruina porque Rusia siempre fue un país incapaz de crear riqueza para luego repartirla entre los tovarichs. La culpa fue de Lenin, ese tártaro cabezón, que contraviniendo las sabidurías de Marx se empecinó en llevar la revolución a su país y no a Gran Bretaña, o a Alemania, donde se podría haber ahorcado a los capitalistas con longanizas.

Esta vez, ay, no le voy a poner la estrellita de regalo a una producción escandinava. Porque lo que se muestra en “The Architect” ya no es la utopía, sino la distopía, contraviniendo el acuerdo tácito que teníamos. Una distopía, además, muy cercana en el tiempo, casi de mañana mismo. Si juntáramos los cuatro episodios de la serie en uno solo -75 minutos de metraje- nos saldría una nueva pesadilla de “Black Mirror” centrada en los precios inasumibles de la vivienda, y en la obligación del proletariado noruego de vivir en el inframundo de los aparcamientos para coches. Un destino aún peor que compartir piso con otras cuatro familias en el “paraíso” soviético de los bloques moscovitas.

Uno pensaba que esto de la inflación de las hipotecas y los alquileres era un fenómeno más bien ibérico, provocado por la presión que ejercen los jubilados alemanes, los mafiosos del Este y los garrulos que siguen pagando al contado con fajos de billetes. La crisis del campo... Pero no: se ve que en Noruega también están acojonados y hacen series temiéndose lo peor. Y si esta gente ya se está preparando para la batalla y alertando a sus espectadores, aquí ya podemos darlo todo por perdido.