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“¿Y quién no ha mentido alguna vez?”, dice Enrique Marco con la voz muy baja y la mirada perdida, cuando por fin reconoce que ni estuvo en el campo de concentración de Flossenbürg ni se le esperaba por allí. “Todos mentimos”, insiste, cuando al fin confiesa que todo su rollo de abuelo cebolleta contando que él también sufrió trabajos forzados y que vio las chimeneas terribles que funcionaban 24 horas al día, no era más que un producto de su ego necesitado de atención o de cariño.
Toda la película pivota sobre esa escena decisiva. Los espectadores ya sabemos que Enrique Marco era un impostor porque su caso salió mucho en los telediarios y fue un escándalo del copón. Lo que esperamos es ese momento de derrota para saber si hay que apiadarse del pobre diablo o llamarle hijo de puta haciendo coro con los verdaderos supervivientes. En esa escena decisiva, la película lo apuesta todo a la actuación de Eduard Fernández: de la inflexión de su voz o de su mirada de cordero degollado depende que entremos en el maniqueísmo del insulto o en el reino de los grises.
Yo, por mi parte, reconozco que en ese momento siento algo de pena por el personaje. Porque todo el mundo miente, como sostenía el doctor House, y Enrique Marco simplemente fue un campeón de la mentira. Mintió en algo muy sagrado y por eso se merece nuestro repudio. Lo que nos espanta es la gravedad de su pecado, no el pecado en sí mismo, puesto que todos somos pecadores y quebrantamos continuamente el octavo mandamiento. Que tire la primera piedra el que no viva dentro de una mentira sostenida en el tiempo. Enrique Marco fingió su victimismo como otros fingen su heroísmo cotidiano, su estirpe inventada, su rendimiento sexual, su nivel de inglés, su trabajo ímprobo, su entrega a la causa, su cultura inabarcable... No conozco a nadie que no se tire el rollo. Yo también lo hago. Son mecanismos evolutivos. Lo que pasa es que casi siempre nos quedamos en ínfulas veniales, en soberbias de barra de bar. Nada muy dañino o muy ofensivo en realidad. Mentirijillas de andar por casa. Lo de Enrique Marco mancilló a muchos héroes de verdad y además lo vimos todo por televisión.
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