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Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

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“El que nace para ochavo no llega a cuarto”, decía mi abuela. Y me miraba con sus gafas de culo de vaso para indicarme que yo era precisamente un ochavo de futuro anónimo y falto de gloria.

Creo que ochavo tiene algo que ver con las monedas antiguas, las del imperio español que se perdió en Cuba y en Filipinas. Da igual. Es otra manera de decir que nadie hablará de nosotros- ni de nosotras- cuando hayamos muerto. Me niego a escribir nosotres... Nosotros, como Pilar Bardem y Victoria Abril en la película, somos los hijos de don Nadie y los parientes del tío Ninguno, que también lo decía mucho mi abuela. Somos los  parias de la tierra, los proletarios desunidos. Los que prostituimos la carne o el espíritu a cambio de un jornal o de una pensión. Porque todo es prostitución cuando hay que llegar a fin de mes. Si el personaje de Victoria Abril chupa pollas para cubrir los gastos de su marido enfermo, lo demás besamos culos cada mañana para que el día veintitantos llegue la nómina a nuestros hogares.

No: nadie hablará de nosotros, ni de nosotras, cuando hayamos muerto. Porque para entonces no habremos hecho nada para ganarnos la inmortalidad. Nos mencionarán los que nos conocieron en vida, pero cada vez menos, y casi siempre para mal. Qué hijoputa era, dirán, o que tacaña, o que pendona, o que calzonazos... Y luego, cuando se mueran, ya sí que nadie hablará de nosotros. Ni de nosotras. Ya seremos, del todo, seres anónimos, y todo la pasión y el esfuerzo se irán por el sumidero de los relojes. No quedará nada especial para dar que hablar. No haremos nada para ser preservados en las hemerotecas, en las videotecas, en las antologías de los siglos. Nada. Somos la mierda cantante y danzante del mundo, que decía Tyler Durden.

Pero no hay que hundirse por eso. Al revés: hay que conjurarse para disfrutar todavía más. Ya que solo ahora van a hablar de nosotros, y de nosotras, que hablen para bien,  y que nos amen porque les hemos amado y ayudado en el camino.





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Los odiosos ocho


🌟🌟🌟

Justo el día en que vuelvo a ver Los odiosos ocho porque no me acordaba de nada, de la primera vez, y ahora hay tiempo de sobra para ver estos metrajes imposibles de Quentin Tarantino, en Estados Unidos, precisamente, en California, las autoridades han declarado el estado de alarma a la española, que en origen fue a la italiana, y antes a la china, como si los gobernantes fueran pasándose una receta macabra por el WhatsApp, o por el teléfono rojo.  Y de pronto, en mi cabeza, se han conectado las dos cosas: los vaqueros indómitos del Oeste, con sus pistolones, su ley de la frontera, su desprecio supino por la autoridad, y los americanos de ahora, a sólo cuatro generaciones de aquellos, que todavía no han enmendando ninguna enmienda armada de su Constitución, y que van a ser interrogados en los controles de carretera, y en los paseos marítimos del monopatín, “¿usted a dónde va, motherfucker?”, como si el Séptimo de Caballería se hubiera desplegado más allá de las Montañas Rocosas.



    Aquí, en Europa, los Fuerzos y Cuerpas de Seguridad intimidan lo suyo porque sólo ellos, fuera de los montes conejiles, pueden llevar armas al cinto. Y al hombro, y así debe ser, además, para que Puerto Urraco no se expanda hasta Castelldefels, o más allá.  Quizá también acojonen lo suyo en California los policías, y los de la Guardia Nacional, porque California, y la costa Oeste en general, y todo lo que viene a ser la Nueva Inglaterra del Mayflower, es más Europa que otra cosa, y allí se cultivan hasta gobernadores socialistas, y alcaldes prosociales, y si algún día vienen las turbas de Donald Trump a expulsarlos armados de antorchas y tridentes, sólo tienen que coger el barco y venirse a tierras más promisorias.

    Pero qué sucederá, ay, cuando el estado de alarma se declare en Texas, o en Tennessee, o en el estado natal del Gran Wyoming, y a esos tíos que ahora salen a comprar el pan con un AK-47 bajo el brazo, y un par de revólveres en el carricoche del niño, les digan que no, que muy mal, que no se puede salir en grupo, que respeten la distancia de seguridad, y que si no tienen otro supermercado más cerca de casa…



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