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Frasier. Temporada 7

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Se nota, ay, para mi desconsuelo de feligrés, que las temporadas de “Frasier” van perdiendo fuelle según avanzan. Como todo en la vida, supongo. El mismo cuerpo que ahora se derrumba en el sofá ya no es el mismo que empezó este ejercicio de la nostalgia. Y solo han transcurrido unos meses, apenas dos inviernos que pasaron volando por mi salón como murciélagos que se colaron, pero que han dejado su legado habitual de estropicios: me han salido salpicaduras de viejo en los brazos, y más canas en los cojones resobados, y hasta las vértebras rechinan con un nuevo estertor al cambiarme de postura. Y las jodiendas del amor, claro, que no jodidas, ay, y que han dejado su herrumbre en -vamos a llamarlos así- los procesos atencionales. 

Los mismos creadores de la serie ya advertían en los extras de un DVD, allá por la segunda temporada: “Jamás alcanzamos un nivel parecido...”. Y es verdad, y se les agradece la nobleza. De hecho, uno de ellos, David Angell, murió poco después en el atentado contra las Torres Gemelas como castigo divino a su honradez. Las cosas de Yahvé.

El tiempo es la carcoma de la vida real y también de las vidas ficticias. Cuando Frasier Crane se alejó de los estudios de la KACL pasó a ser un personaje secundario dentro de su propia serie, y eso siempre es raro y altera los equilibrios. El capitán se fue a dormir y los marineros tomaron el barco... Menos mal que en esta 7ª temporada su hermano Niles y Daphne Moon -la mujer del cuerpo pluscuamperfecto- mantienen el interés con los equívocos sexuales y los amores contrariados. Incluso en su decadencia, “Frasier” sigue siendo una serie para gente que se considera inteligente. Pero eso, ay, también es como no decir nada: yo mismo conozco a cenutrios y cejijuntas que se parten la caja con “La que se avecina” y también se consideran más inteligentes que los demás. El que esté libre de soberbia que lance la primera piedra. Estamos todos locos.




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Sin perdón

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Hoy es 4 de noviembre, día de San Carlos Borromeo, que según la Wikipedia, y el Libro Gordo de Petete, fue un cardenal del Renacimiento muy activo en el Concilio de Trento. O sea: un reaccionario muy poco recomendable. Pero en el calendario republicano de la Revolución Francesa -que es el que yo sigo en la intimidad de mi biografía, porque el gregoriano sólo lo uso para distinguir los días laborables de los festivos- hoy es el día de la endivia, o de la endibia, un vegetal insípido que yo sólo como con una anchoa por encima para prestarle su sal y su gracejo.

    Los jacobinos idearon un calendario bellísimo en el que cada día llevaba el nombre de un animal, de una planta, de un mineral, nada de santos devorados en el Circo Romano, o de vírgenes alanceadas por un legionario sanguinario. Los meses, desendiosados de la religión jupiterina, se llamaban como Dios manda: Nivoso, o Floreal, o Fructidor, nombres poéticos que resonaban en los oídos de las gentes sencillas. Este calendario, como todo lo hermoso de este mundo, apenas duró unos años de esperanza, hasta que Napoleón el traidor se lo cargó con un golpe de espada y una cagada de caballo. El calendario republicano sigue vivo en nuestros corazones tricolores; presente, en miniatura, en nuestros escondrijos hogareños y laborales. Una doble vida como la que llevaban, precisamente, los primeros cristianos en las catacumbas, aunque nosotros ya seamos los últimos republicanos de la Resistencia.



    Pero yo, para enredar aún más mis días, y ya volverme tarumba del todo, llevo otro calendario paralelo que está hecho de películas irrenunciables, obligatorias, siempre festivas, sin ningún día rotulado en negro. Este almanaque no está acabado del todo, pero confío en terminarlo antes de que los calendarios ya no me sirvan para nada. Antes de que llegue la muerte o de la demencia, reuniré, ya sin duda, 365 películas fundamentales y una bisiesta, y crearé un ciclo anual que llamará al 1 de Enero 12 de Nivoso, sí, pero también el Día de El hombre tranquilo, que será su película de obligatorio cumplimiento. Un mandato divino que sucesivamente, saltando de obra maestra en obra maestra, llegará a este 4 de Noviembre, día de la Endivia, o de la Endibia, y lo rebautizará como el Día de Sin Perdón, que será su película santificada, su misa de guardar, la que sustituirá las retahílas de los santos borromeicos por una fotografía de Clint Eastwood ajustándose el sombrero, y una relación de todos los que trabajaron en ella y la convirtieron en una película imprescindible.



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