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En Route Irish -película que toma su nombre de la carretera que une el aeropuerto de Bagdad con la capital- estos radicales británicos que son Ken Loach y Paul Laverty vienen a contarnos que la guerra de Irak fue un pretexto para que los anglosajones se forraran destruyendo infraestructuras y reconstruyéndolas después. La guerra sacrificó a millares de jóvenes soldados para aplacar la ira del dios Dinero, y convencerle de que dejara fluir los negocios con la fuerza de su poder mesopotámico. Una mentira sangrienta y chusca: eso fue la guerra en la que nuestro ex bigotudo ex presidente hizo el papel de bufón mayor de la corte, con su inglés de nivel medio y sus ingles cruzadas sobre la mesa de tomar el café. Ansar, por supuesto, no sale en la película, porque él es un personaje tan despreciativo como despreciado, y por tanto despreciable.
En Route Irish -película que toma su nombre de la carretera que une el aeropuerto de Bagdad con la capital- estos radicales británicos que son Ken Loach y Paul Laverty vienen a contarnos que la guerra de Irak fue un pretexto para que los anglosajones se forraran destruyendo infraestructuras y reconstruyéndolas después. La guerra sacrificó a millares de jóvenes soldados para aplacar la ira del dios Dinero, y convencerle de que dejara fluir los negocios con la fuerza de su poder mesopotámico. Una mentira sangrienta y chusca: eso fue la guerra en la que nuestro ex bigotudo ex presidente hizo el papel de bufón mayor de la corte, con su inglés de nivel medio y sus ingles cruzadas sobre la mesa de tomar el café. Ansar, por supuesto, no sale en la película, porque él es un personaje tan despreciativo como despreciado, y por tanto despreciable.
Route Irish es cine que se agradece, que
nunca está de más, pero que no aporta nada nuevo a los espectadores que ya entonces
leíamos los periódicos. La película
de Loach transcurre plácidamente por los caminos de la denuncia, sin dejar ninguna intriga, ninguna sorpresa. Pero no por impericia, sino
porque es imposible que las haya. Para reconstruir la historia y amoldarla a su
gusto ya están los tertulianos de derechas en la TDT. Los malos de Route Irish ya son malos desde el
inicio, y los buenos, aunque flipen con las armas, y hagan locuras causadas por
el estrés postraumático, son tipos cargados de verdad y de valentía. “¡Se equivoca
usted” -exclamarán indignados los lectores que ya han visto la película - “¡Al final hay
una sorpresa!”. Y es cierto, pero tal campanada no desdice en nada lo expuesto en el párrafo
anterior. Como decía mi abuela, lo mismo peca el que mata que el que tira de la
pata.