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Creo que fue Carlos Pumares, en aquel programa suyo de la madrugada, quien contó una vez que en la televisión de Polonia, al menos en la Polonia de los años ochenta, no doblaban las películas extranjeras, ni tenían el buen gusto de subtitularlas. Que era un tipo el que iba contando la trama a los espectadores, una voz en off que iba diciendo: “Y ahora fulano le responde que no, y mengana le dice que de eso ni hablar…” Nunca supe si esto era cierto o si era una exageración más de Carlos Pumares, que a veces se dejaba llevar por el humor del momento y recreaba la realidad a su modo irónico y punzante. Le gustaba mucho, además, reírse de los comunistas cuando cruzaba el Telón de Acero para asistir a los festivales, y a veces los caricaturizaba en exceso, para mi cabreo de adolescente comunista que le escuchaba desde León. De ser cierta su afirmación, uno piensa que quizá el narrador era un comisario político que inventaba los diálogos para que la acción encajara dentro de los valores marxistas-leninistas. O que no había presupuesto para más, en la filmoteca de Polonia, porque el resto se lo gastaba Jaruzelski en cohetes nucleares para el Pacto de Varsovia.
Creo que fue Carlos Pumares, en aquel programa suyo de la madrugada, quien contó una vez que en la televisión de Polonia, al menos en la Polonia de los años ochenta, no doblaban las películas extranjeras, ni tenían el buen gusto de subtitularlas. Que era un tipo el que iba contando la trama a los espectadores, una voz en off que iba diciendo: “Y ahora fulano le responde que no, y mengana le dice que de eso ni hablar…” Nunca supe si esto era cierto o si era una exageración más de Carlos Pumares, que a veces se dejaba llevar por el humor del momento y recreaba la realidad a su modo irónico y punzante. Le gustaba mucho, además, reírse de los comunistas cuando cruzaba el Telón de Acero para asistir a los festivales, y a veces los caricaturizaba en exceso, para mi cabreo de adolescente comunista que le escuchaba desde León. De ser cierta su afirmación, uno piensa que quizá el narrador era un comisario político que inventaba los diálogos para que la acción encajara dentro de los valores marxistas-leninistas. O que no había presupuesto para más, en la filmoteca de Polonia, porque el resto se lo gastaba Jaruzelski en cohetes nucleares para el Pacto de Varsovia.
Traigo la
anécdota a colación porque hoy he visto –mejor dicho, he empezado a ver- una película que está narrada
de una manera parecida, pero más idiota todavía. El muerto y ser feliz es una película española, protagonizada por
actores y actrices que hablan en perfecto castellano, a los que una voz en off femenina va precediendo -y
prediciendo- en el mismo idioma: “Fulano sacó un cigarrillo del bolsillo y le
dio las gracias”. Y en efecto, acto seguido, fulano saca un cigarrillo del
bolsillo y le da las gracias a la señorita. Una memez insoportable, verborreica,
pedante a más no poder. ¿Por qué nos describen literariamente una plaza de
Buenos Aires que estamos viendo, si la
estamos viendo? ¿Para qué nos anticipan el diálogo que va a producirse dentro
de cinco segundos, si
lo vamos a oír? ¿Sólo para que el espectador exclame “¡qué
película tan original”, o “¡qué guionista tan ingenioso!”? Bah…