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Nadie como uno mismo para proporcionarse un buen orgasmo: la presión justa, la cadencia exacta, el último toque decisivo... Lo confirma un personaje de Amigos y vecinos, que se lamenta de sus polvos conyugales, tan tristes y tan rutinarios; y se lo he escuchado, también, a varios amigos y amigas en las tertulias del café. Ningún placer como el que uno mismo se regala. Son muchos años de intimidad, de conocimiento, desde la lejana y clandestina adolescencia, y la armonía con el sexo propio es casi de dúo de natación sincronizada, de pianista y violinista interpretando una sonata de Mozart.
Y sin embargo, si nos dan a escoger, y en tal empeño arruinamos nuestras vidas, preferimos el orgasmo que nos proporciona un compañero de cama, aunque sea menos explosivo y menos coordinado. Hablamos maravillas de la masturbación, pero todos la tenemos por un premio de consolación. Por una práctica de adolescentes sin estrenar o de adultos fracasados. La travesía del desierto. La purria de lo sexual. Sólo los ermitaños, los autistas, los muy raros del pelotón, prefieren solazarse a solas pudiendo solazarse en compañía.
Nadie como uno mismo para proporcionarse un buen orgasmo: la presión justa, la cadencia exacta, el último toque decisivo... Lo confirma un personaje de Amigos y vecinos, que se lamenta de sus polvos conyugales, tan tristes y tan rutinarios; y se lo he escuchado, también, a varios amigos y amigas en las tertulias del café. Ningún placer como el que uno mismo se regala. Son muchos años de intimidad, de conocimiento, desde la lejana y clandestina adolescencia, y la armonía con el sexo propio es casi de dúo de natación sincronizada, de pianista y violinista interpretando una sonata de Mozart.
Y sin embargo, si nos dan a escoger, y en tal empeño arruinamos nuestras vidas, preferimos el orgasmo que nos proporciona un compañero de cama, aunque sea menos explosivo y menos coordinado. Hablamos maravillas de la masturbación, pero todos la tenemos por un premio de consolación. Por una práctica de adolescentes sin estrenar o de adultos fracasados. La travesía del desierto. La purria de lo sexual. Sólo los ermitaños, los autistas, los muy raros del pelotón, prefieren solazarse a solas pudiendo solazarse en compañía.
Los personajes de Amigos y vecinos son dos parejas disfuncionales en la cama que terminan, en buena lógica, disfuncionándose fuera de ella. Jerry habla demasiado mientras folla, y desconcentra a Terri, su mujer, que aprovecha la cháchara para soñar el sexo con otra mujer. En la otra punta de la ciudad, Mary se muestra inapetente, adormilada, y Barry, su marido, que antes tenía unas erecciones de caballo, ahora contempla la mustiedad de su miembro incorporado al cabecero. Cuatro malfollados que buscarán la satisfacción en otro lecho, en otra compañía, aun a riesgo de ser sorprendidos, insultados, abandonados, porque digan lo que digan, nadie se resigna a las glorias incuestionables pero tristonas de la masturbación. Aquí no vale aquello de más vale estar solo que mal acompañado. Que se lo digan al personaje de Juan Luis Galiardo en Familia.