Un profeta

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Lo importante, en la vida, ahora que casi todo el mundo viaja por negocios, o hace turismo, o cruza las fronteras para buscar alimento, es saber idiomas. Manejarse con soltura en la lengua del Imperio, como en los tiempos de Roma, y luego conocer los tres parlamentos básicos de los pueblos que perdieron la guerra mundial. El inglés se ha convertido en el esperanto que un día soñara L. L. Zamenhof, aquel tipo que nosotros admirábamos en la EGB porque le cabía un idioma completo en su cabezón de las fotografías. Una neolengua sacada de la manga que tenía su gramática, su vocabulario, su extraña fonética que le emparentaba con todos los idiomas y al mismo tiempo con ninguno. Nuestros hijos ya no tienen ni puta de idea del sueño del esperanto, pero quizá lleguen a ver la expansión imparable del chino, que tarde o temprano adornará nuestros escritos y embellecerá nuestros poemas. Algún día, no muy lejano, los occidentales olvidaremos que una vez existieron las letras y los fonemas, y las faltas de ortografía parecerán cosas de un pasado medieval.



    Pensaba todo esto mientras veía Un profeta, la película de Jacques Audiard que nadie cita cuando se habla de enaltecer el género carcelario. Nos hemos quedado en Cadena perpetua, en El hombre de Alcatraz, en La leyenda del indomable, que están muy bien, que son clásicos indiscutibles, pero que quizá habría que ir mencionando junto a otros títulos igual de meritorios. En Un profeta, Malik, el protagonista, que  no sabe ni papa de inglés ni de chino porque lleva toda la vida encerrado en los reformatorios,  maneja, sin embargo, los dos idiomas imprescindibles para salvar el pellejo en el trullo. El árabe, por parte de padre, y el corso, por parte de madre, que son, para su fortuna, los dos salvoconductos con que se trafican las influencias y las corruptelas. Los que sólo hablan francés en la cárcel se limitan a poner el culo en las duchas, y a ejercer de puching-balles en las peleas.  Los que sólo hablan árabe, o corso, tarde o temprano caerán en la reyerta navajera o en la sobredosis sospechosa. El único bilingüe de la función será el animal que mejor se adapte al ecosistema de los mil reclusos en la cárcel de Babel.