El gran golpe de Bender

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Cada vez que el tontolaba de Stephen J. Fry tiene la posibilidad de viajar al pasado -cosa que en las tramas de Futurama es tan habitual como pasear por la alameda-, siempre reaparece en la noche que cambió su vida: la Nochevieja del año 1999, pocos minutos antes de la llegada del nuevo milenio a Nueva York. Fry fue a entregar unas pizzas al centro de criogenización, hizo el tonto con una silla y terminó cayendo en una cápsula que sólo se descongelaría 1000 años después, en el futuro ultratecnológico pero ultramerluzo de la humanidad.




    Da igual la fecha que figure en el condensador de fluzo: Fry, por aquello de las paradojas espacio-temporales, siempre termina en esa habitación secreta de Applied Gryogencis, encontrándose consigo mismo a punto de cometer el tropezón fatal. Es como si un dios benévolo le concediera la posibilidad de enmendar su pasado, una y otra vez. En algunos episodios, Fry tiene la determinación de deshacer el entuerto, y así regresar a la vida normal de un terrícola perteneciente al siglo XXI. Otras veces, Fry, con el propósito opuesto, viaja al pasado para asegurarse de tropezar, porque está enamorado de Leela, la cíclope del cuerpo escultural, y prefiere quedarse en el año 3000 a intentar ser correspondido en el amor (Futurama, a pesar de la apariencia loca de dibujos animados y ciencias disparatadas, es en el fondo una historia de amor. Como casi todo…).

    Pero da igual lo que haga Fry en sus viajes al pasado. Al final, los dioses y los guionistas siempre se confabulan para que nada cambie, y él permanezca atrapado en el año 3000 junto a Bender, y el resto de la tropa. Muy gatopardiano, todo… No es sólo que así la serie se prolongue; es que, además, no hay otra. Lo que tomamos por momentos decisivos de nuestra vida, de encrucijada determinante, no lo son en realidad. Todo está escrito de antemano. Regresar al pasado para tomar otro camino sólo es una ilusión, un sueño de la voluntad, antes de descubrir que estamos de nuevo en el mismo sendero, sin saber muy bien cómo.