🌟🌟🌟🌟🌟
“Martín (Hache)” son tres películas reunidas en una sola. La
trilogía hispano-argentina que Aristarain nos ofreció en una pieza conmovedora.
Tres historias distintas pero una sola verdadera, que es la relación de Federico
Luppi con las personas que todavía le quieren a pesar de su carácter: el amigo,
y la amante, y su hijo, Martín, el Hache.
La gente dice que me parezco mucho al personaje de Luppi porque
yo también tengo la lengua muy larga cuando se trata de soltar misantropías. Que
también soy muy dado a ponerme los auriculares, subir el volumen de la música y
apearme del mundo cuando llega la próxima estación. Que como no nací en las
latitudes australes no digo “al pedo”, ni “al carajo”, ni “boludo”, ni me da
por elegir la concha de tu madre cuando me pongo a cagar con las metáforas.
Pero vamos, que utilizo expresiones peninsulares que quieren decir exactamente
lo mismo, a veces con la palabra y a veces arqueando las cejas. Da igual. La
misantropía es un lenguaje bimodal y universal que todos reconocen, y que nos
sirve, a nosotros, los luppinianos, para reconocernos.
Dicho esto, yo no soy Federico Luppi. Hay cosas, rasgos, perfumes
lejanos... Una certeza compartida sobre la vida. Pero cualquier otro parecido
con la realidad es pura coincidencia. Es curioso: la primera vez que vi “Martín
(Hache)” yo todavía no era padre, ni tenía un amigo, ni tenía una amante. Tenía
una esposa, que no es lo mismo, y amigos de segundo nivel llamados conocidos. Alejandro
(Erre) tenía -3 años tiernísimos de esperanza, y mi mejor amigo todavía era un
desconocido que habitaba en la ciudad ignota. Solo ahora que ya he vivido todo
eso entiendo a carta cabal la película. Antes era un peliculón; ahora es una
obra maestra. Da para hablar largo tendido con alguien a tu lado. Si lo sabré
yo...
Hace veinticinco años tampoco sabía que se puede odiar y amar
a la misma persona y volverte loco en la pelea. La relación de Luppi con
Cecilia Roth se me escapaba, pero ahora ya no. Tampoco sabía que existen amores
que son el contrapunto exacto a esa tortura: la paz en la tripa, la sinceridad
en la cara, la mansedumbre del instinto alborozado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario