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Ahora que he terminado de ver la penúltima temporada de la
serie, y que ya se acerca de nuevo el final del recorrido, vamos a hablar en
plata: el personaje central de Seinfeld no es Jerry Seinfeld, sino
George Costanza. O lo que es lo mismo: Larry David, porque George Costanza es
Larry David que nunca quiso interpretarse a sí mismo, y que prefirió centrarse
en los guiones y en la producción para aparecer solo de vez en cuando disfrazado
del señor Steinbrenner.
El personaje de Jerry Seinfeld es el amigo común, el que
ejerce de pegamento en la cuadrilla de los locos. Su apartamento es el escenario
central porque allí entra Kramer cuando le peta, y se presenta Elaine cuando le
place. El mismísimo George Costanza tiene allí su centro de operaciones cuando huye
de su propio apartamento, o del piso de su novia, o de la casa de sus padres...
De la oficina laboral o del asunto administrativo. George se pasa la vida escapando
de las responsabilidades que le acechan: le estorba el trabajo, el amor, la
amistad verdadera... Él no quiere nada
de eso. George solo aspira a vivir sin dar golpe y a que le dejen tranquilo
frente al televisor con su bolsa de patatas. Bajar de vez en cuando al Monk’s
Café para reírse de los demás y luego regresar a su cubículo feliz donde el
sé cree un artista frustrado, y un arquitecto incomprendido. Todo lo demás es molestia
y desconcentración. La vida de George
Costanza es una huida hacia adelante. Una fuga y un agobio. La neurosis en
estado puro.
Las aventuras de Jerry Seinfeld nunca son las que se quedan
en el recuerdo, o colgadas en la carcajada. Y luego está Kramer, que es el
slapstick, y Elaine, que es la superficialidad. Todos son geniales y
divertidos. Ya más que amigos, nuestros hermanos. Pero sus peripecias carecen
de la negrura, de la siniestra profundidad que embadurna las acciones de George
Costanza. Los demás son espíritus simples y algo bobos, pero George Costanza es
otra cosa: él es complejo y retorcido. Barroco y demencial. Seguirle el rollo
es descender a mucha profundidad. El descojono asegurado en las aguas abisales.
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