Babylon

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En las salas de cine, “Babylon” tuvo que ser un espectáculo como pocos. Una obra maestra. Y no sólo por el espectáculo tan barroco y excesivo. Lo digo porque allí Margot Robbie saldría cien veces más grande que en mi televisor y me dejaría aún más turulato cuando se presentaba en la primera fiesta vestida (es un decir) de rojo, o en la segunda bailando con aquel peto de albañil. Aquí, en mi televisor de 42” comprado hace diez años -HD, pero no UltraK ni HV (Hostias en Vinagre)- “Babylon” y Margot quedan algo desmerecidas, como achicadas, o amordazadas.

“Babylon” estaba hecha para verla en el cine, como las películas de antes, y en eso Danien Chazelle rodó un clásico instantáneo. Pero en el cine, ay, ya no se pueden ver las películas, o yo al menos ya no soporto esa tortura. Me he hecho viejo, y la neurosis ha aprovechado el bajón de mis defensas. En el cine la gente habla, y enreda, y mastica cosas que ronchan, y mantiene los móviles funcionando todo el rato. Y da igual que los silencien: los móviles vibran, y los consultan, y los encienden como siniestros gusiluces. En provincias, además, nunca subtitulan las películas, y yo ya estoy acostumbrado a las lenguas vernáculas y a los rótulos en castellano. No es esnobismo, sino aprecio. Puede que en el cine Margot Robbie fuera el doble de bella y de excitante, pero su voz de cazallera ya no sería la suya y eso impediría que mi amor floreciera como aquí.

Así que he vuelto a ver “Babylon” en mi castillo, en la paz del hogar, pero no como la primera vez, hace año y medio, cuando la pirateé preso de la impaciencia. La calidad del tesoro era incuestionable, pero recuerdo que la vi con la mente puesta en otro sitio: en un amor imposible de los de irás y volverás hasta el hartazgo definitivo. Vi “Babylon” con el espíritu maltrecho y el cuerpo astral en otro lado. Hoy, sin embargo, ya con un poco de paz en el alma, he vuelto a ver “Babylon” y me ha parecido mucho mejor que entonces. Imperfecta sí, y a veces fallida, pero también extravagante y genial, como eran a veces las mujeres que amábamos. 





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