Lágrimas negras

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Está visto que hay hombres que no se conforman con mujeres como Elena Anaya. Necesitan emociones fuertes y experiencias intensas. Enredarse con locas, incluso, para poner a prueba su nivel de testosterona. Están los tiburones del mar, los tiburones de la Bolsa y los tiburones del amor, y todos ellos se ahogan si se detienen. El misterio es que haya mujeres que vean venir al tiburón y lejos de huir se lancen a sus fauces. Eso también pasaba en “Norubit”, la película dirigida por Nevets Grebleips que era el mundo oceánico al revés.

“Lágrimas negras” gira alrededor de la locura diagnosticada que sufre el personaje de Ariadna Gil, pero el personaje de Fele Martínez, con sus fálicos devaneos, también manifiesta algún trastorno muy incapacitante recogido en el DSM_V. El tipo parecía una mosquita muerta, ya ves tú, y en un segundo de despiste ya lo tienes encamado con Ariadna Gil, y con Elena Anaya en el contestador pidiéndole que vuelva. Hay tipos con suerte, sí, y personajes muy mal escritos, inverosímiles de verdad. Fele no da el tipo ni de coña. Para eso pon a José Coronado o a Javier Bardem, que además tendrían una tercera amante escondida por París.

De todos modos, yo entiendo  al personaje de Fele. Once upon a time yo también me dejé arrastrar por una mujer que estaba loca de atar, aunque no estuviera diagnosticada. El pene del Homo sapiens encuentra razones que la propia razón no sabe combatir. No hay nada de sapiens en sus arrebatos, y sí mucho de erectus. Recuerdo a Jerry Seinfeld echando una partida de ajedrez contra sí mismo: a un lado, disfrazado de pene, y al otro, disfrazado de cerebro. Y el cerebro, claro, sucumbía sin plantear mucha batalla. Jaque mate en tres.

El ser humano posee un cerebro demasiado complejo, y por tanto ineficaz. Contradictorio para las cuestiones que no sean puramente tecnológicas o del mero sobrevivir. Hay exceso de cableado. Podríamos funcionar con mucho menos, pero la evolución prefirió tirar la casa por la ventana. Y claro: se producen “cruces de cables”, y cortocircuitos, chisporroteos. Hay muchas mujeres locas y muchos hombres desnortados. Y viceversa.