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Mare of Easttown

🌟🌟🌟


Me falta por ver el último episodio y todavía no sé si estoy viendo una serie de mujeres que se confían a todas horas dudas y secretos -y luego, en el medio, los guionistas ponen una intriga de crímenes para animar la función y alargar las conversaciones hasta llegar a los siete episodios- o si, por el contrario, estoy viendo una serie de policías y ladrones de toda la vida, con sus malos evidentísimos que luego resulta que no lo son, y luego, en el medio, para introducir descansos y retratos humanos, los guionistas salpimientan las truculencias con discusiones donde la hija las tiene con la madre, y la abuela con la nieta, y la nieta con la amante, y la amante con la amiga, y la amiga con la colega, y la colega con la vecina, y la vecina con la anciana, y la anciana, para cerrar el bucle, con Mare Sheehan, la inspectora de Easttown que está encargada de resolver los crímenes innúmeros, y de llevar sobre su espalda, por si fuera poco, toda la maldad y la estupidez de sus vecinos. Porque me río yo, de Easttown, si llega a estar en Palestina cuando Yahvé arrojó el fuego divino sobre Sodoma y Gomorra.

(¿Y los hombres, mientras tanto, qué hacen en la serie?: pues nada, a follar, o a ver si follan, dentro y fuera del matrimonio, dentro y fuera de la ley, tan primarios en Easttown como en cualquier otro pueblo real o ficticio).

En fin, que Mare of Easttown se ve, se disfruta y se olvida como un helado en una terraza de verano. Una serie de recetario, de éxito seguro, que no habíamos visto nunca pero en realidad hemos visto cientos de  veces. Una serie que descansa sobre la cara sin pixelar, sin maquillar, sin remendar, de Kate Winslet, la dulce Kate, aquí más agria que nunca, que es una actriz todoterreno de las escenas de familia y de las escenas del crimen. Kate es la mujer del mal fario infinito que llega del trabajo y justo antes de encender la tele y reposar tiene que lidiar con la madre gagá, el hijo fantasmagórico, la hija liante, el nieto hiperactivo y la nuera drogadicta... Y, para colmo, saludar a su exmarido por la ventana, que acaba de instalarse con su nueva mujer en la casa contigua. Me río yo, también, con la Biblia en la mano, del santo Job.





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