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Entre pillos anda el juego

🌟🌟


La película es una tontería. Una memez pasada de rosca. Javier Ocaña, en su libro sobre cinefilias, dice que es un clásico de la comedia que él disfrutó mucho con sus chavales. Po bueno, po fale, po m’alegro, como decía el Makinavaja. Pobres chavales... Las historietas del Maki que dibujaba Ivá sí que son un clásico de la comedia, y no esta astracanada de John Landis que tiene gracia al principio y luego ya nada: solo el cuerpazo de Jamie Lee Curtis -y que me perdonen las inquisidoras-, y la voz de Eddie Murphy si ves la película en VOS. Detalles anatómicos, que no humorísticos.

Y digo que al principio tiene cierta gracia porque los hermanos Duke -estos hijos de putero que venderían a su madre por ganar un dólar en la Bolsa- se apuestan ese dólar para ver qué influye más en las conductas de los seres humanos: si la herencia recibida o el medio ambiente que nos baña. Y ése problema, y no otro, es el cogollo central de la filosofía. Todo lo demás -la metafísica, el dualismo, el fundamento último de la ética- no son más que zarandajas y verborreas. Yo, al menos, llevo media vida planteándome la cuestión, comprando libros y analizando al personal, y cuanto más viejo me hago más pellejo me vuelvo. Cada vez creo más en el dios Gen y menos en el dios Ambiente. Somos pirámides de piedra que necesitarían milenios para pulirse y erosionarse.

De John Landis ya no se sostiene ni “Granujas a todo ritmo”, que empecé a verla el otro día y se ha quedado en una gamberrada con exceso de metraje. Así que la gran contribución de Landis a la cultura sigue siendo el vídeo de "Thriller": el de Michael Jackson bailando con los zombis y luego convertido en hombre lobo. Una obra de arte que también se remonta al año 1983, y que los más dormilones nos perdimos en la Nochevieja del "Viva 84" porque nadie nos avisó de la primicia. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el corrillo de los amigos. Que fuera Año Nuevo ya no era novedad para chavales que llevábamos 12 años en el mundo. Lo del vídeo de don Michael sí.



 


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Los cazafantasmas

🌟🌟🌟


La película es un caca. Una caca ectoplásmica, ya que estamos. De las que no huelen, pero tienen consistencia. Si no estuviera Bill Murray sosteniendo el tenderete, con sus jetos impagables, y sus chistes de cínico ateniense, no la pondrían ni en las nostalgias del TCM, ni en los rastrillos del Canal Hollywood. O la pondrían a horas muy intempestivas, sin anunciarla en las cortinillas. La trama es una memez, los efectos especiales vergonzosos, y Sigourney Weaver, la verdad, por muy sexy que se ponga cuando hace de diosa sumeria, nunca me puso como señorita, ni como señora.

Pero joder, son los cazafantasmas, y los cazafantasmas son amigos de la adolescencia, años ochenta que te cagas, los de Gordon Gekko y Ronald Reagan en la cima de la avaricia, los del PSOE perdiendo las siglas centrales en cada decisión y en cagada. Recuerdo -con una nitidez aplastante, y preocupante, porque dicen que eso es un indicio de la vejez- que vi Los cazafantasmas en el cine Abella de León, con doce años, con los coleguitas de entonces, ya preadolescentes perdidos, aullando como micos entre centenares de semejantes. Los cines de antes... El cine Abella era mi territorio, mi finca particular, porque yo entraba gratis por ser hijo de empleado, y mis amigos conmigo, claro, nunca las chicas que yo deseaba desde la distancia de una acera, que era una distancia, precisamente, como de vivo y de fantasma, o viceversa.

Todo esto podría dar para un río de recuerdos, porque jodó, qué año, 1984, para nada el que imaginó Orwell, pero jodó, qué año, al menos en lo personal, en lo provinciano del colegio y del fútbol, de los segundos amigos y las primeras erecciones. En 1984 no existían los fantasmas, porque habíamos abjurado de cualquier metafísica de los curas, pero sí existía, rotundo, hecho de piedra y ladrillo, el cine Abella, que iba a durar mil años o más en las carteleras. Y luego, lo que son las cosas: el cine Abella cerró y se convirtió en un taller de bicicletas, y casi al mismo tiempo, como fenómenos comunicantes, empezaron a brotar los fantasmas por doquier, de los muertos de León, de los amigos perdidos, de los amores nunca correspondidos.





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La maldición del escorpión de jade

🌟🌟🌟🌟

Los hipnotistas famosos salen con mujeres guapas porque son famosos, o porque ganan mucho dinero, pero no porque sean hipnotistas. La hipnosis es una ciencia falsa y pasada de moda. Un truco de tipos con turbante, o de psicólogos con leontina, que deja asombrados a los niños en el circo, a los crédulos en las consultas, y a los yayos en los programas de la tele, que antes, cuando yo era niño, eran muy frecuentes los números de hipnosis en el prime time, y ahora ya nadie se atreve a programar esos asombros ridículos del siglo XIX.

    Si el hipnotismo funcionara, habría hostias, por estudiarlo en la universidad, con una nota de corte que me río yo de los ingenieros de telecomunicaciones, y todos los hipnotistas, televisivos o de feria de pueblo, saldrían con pibones de mareo como Charlize Theron en La maldición del escorpión de jade, sin ir más lejos. O como Helen Hunt, que no es tan explosiva, pero que jolín, ya quisiéramos todos, mujeres así, de mucho tronío, y de mucho merecimiento.



    Alguno dirá que el hipnotismo sí que funciona, pero que los hipnotistas son tipos honrados que no aplican su ciencia fuera de los escenarios. Porque entonces, arrastrados por la tentación, ya no es sólo que pudieran seducir a mujeres inalcanzables, con un sortilegio, o con una palabra mágica -Constantinopla, o Madagascar-, violando sus voluntades, sino que, además, nunca pagarían en los comercios, conseguirían los mejores empleos, y vencerían en todas las discusiones de los bares. Los hipnotistas serían los putos amos, los reyes del mambo, los depredadores sin depredador, si no tuvieran un fuerte sentido de la ética. Pero quién nos garantiza, ay, que todos los hipnotistas, de ser cierta su ciencia, iban a regirse por el mismo código deontológico. Nada más humano ni más tentador que una facción oscura, que una secta del mal, que fuera por ahí moviendo las manos como Obi Wan Kenobi en La guerra de las galaxias.

    Digo yo que si la hipnosis funcionara de verdad, un grupo de hipnotistas sin moral ya gobernaría el mundo desde sus azoteas, o desde sus palacios, ordeñándonos como a vacas que encima dan las gracias por su servidumbre.




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