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Entre pillos anda el juego

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La película es una tontería. Una memez pasada de rosca. Javier Ocaña, en su libro sobre cinefilias, dice que es un clásico de la comedia que él disfrutó mucho con sus chavales. Po bueno, po fale, po m’alegro, como decía el Makinavaja. Pobres chavales... Las historietas del Maki que dibujaba Ivá sí que son un clásico de la comedia, y no esta astracanada de John Landis que tiene gracia al principio y luego ya nada: solo el cuerpazo de Jamie Lee Curtis -y que me perdonen las inquisidoras-, y la voz de Eddie Murphy si ves la película en VOS. Detalles anatómicos, que no humorísticos.

Y digo que al principio tiene cierta gracia porque los hermanos Duke -estos hijos de putero que venderían a su madre por ganar un dólar en la Bolsa- se apuestan ese dólar para ver qué influye más en las conductas de los seres humanos: si la herencia recibida o el medio ambiente que nos baña. Y ése problema, y no otro, es el cogollo central de la filosofía. Todo lo demás -la metafísica, el dualismo, el fundamento último de la ética- no son más que zarandajas y verborreas. Yo, al menos, llevo media vida planteándome la cuestión, comprando libros y analizando al personal, y cuanto más viejo me hago más pellejo me vuelvo. Cada vez creo más en el dios Gen y menos en el dios Ambiente. Somos pirámides de piedra que necesitarían milenios para pulirse y erosionarse.

De John Landis ya no se sostiene ni “Granujas a todo ritmo”, que empecé a verla el otro día y se ha quedado en una gamberrada con exceso de metraje. Así que la gran contribución de Landis a la cultura sigue siendo el vídeo de "Thriller": el de Michael Jackson bailando con los zombis y luego convertido en hombre lobo. Una obra de arte que también se remonta al año 1983, y que los más dormilones nos perdimos en la Nochevieja del "Viva 84" porque nadie nos avisó de la primicia. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el corrillo de los amigos. Que fuera Año Nuevo ya no era novedad para chavales que llevábamos 12 años en el mundo. Lo del vídeo de don Michael sí.



 


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Indiana Jones y la última cruzada

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Escribo estos recuerdos en el año del Señor de 2021, tiempos oscuros en los que el Real Madrid, otrora espejo de virtudes, se arrastra por los campos del reino y los estadios de Europa como un ejército de espada roma y blasones con agujeros. Escribo estos recuerdos antes del próximo advenimiento del Mesías, que ya no se llamará Alfredo, ni Iker, ni Cristiano Ronaldo, sino Kylian, un semidios nacido en tierra de los francos que vendrá acompañado por un escudero de apellido Haaland, nacido en las tierras del norte, donde el sol apenas reluce y todo es lenguaje de bárbaros, y belleza de las mujeres.

Son tiempos propicios para los equipos plebeyos, los segundones de la historia, y quizá por eso, ahora que vuelvo a ver las películas de Indiana Jones, todo lo analizo en clave madridista, a ver si en esas reliquias que Indy quiere encerrar en un museo se encuentra la solución a nuestros males. En “Indiana Jones y la última cruzada” -que es, sin duda, la mejor película de las cuatro- se dice que el ejército que avance con el santo Grial será invencible porque sus soldados nunca perecerán en la batalla, y serán inmortales hasta que llegue el Fin de los Tiempos. Lo mismo decían del ejército que poseyera el Arca de la Alianza en la primera película (que es la mítica), y también de aquél que reuniera las cinco piedras de Sankara en la segunda (que es la tontería).

Yo ya propuse robar el Arca y enterrarla bajo el césped del Bernabéu, ahora que andamos de obras, o enviar una expedición a la India para indagar el paradero de las cinco piedras luminosas. Hoy, en las nostalgias de Sean Connery, imaginaba a Florentino Pérez haciendo prospecciones en Alejandreta con la excusa del gas natural, pero en realidad buscando el cáliz que se perdió por la grieta de la avaricia. Ya soñaba con futbolistas eternamente jóvenes y esbeltos, ajenos a toda lesión y a todo cansancio -y que se jodan, los que protesten- cuando salió el Caballero del Grial para anunciar que sólo se puede ser inmortal dentro de las ruinas de Alejandreta. Pues nada, Floren: tendremos que reconstruir allí el estadio, y apuntarnos a la liga de Jordania.





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En busca del arca perdida

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Si hacemos caso de lo que nos cuenta Steven Spielberg -y para mí es como si hablara el mismísimo Jesucristo, uno con películas y otro con parábolas- el Arca de la Alianza lleva 85 años guardada en un almacén del gobierno de Estados Unidos, en un hangar kilométrico que marea la mirada.

Desconozco si a veces pasan los agentes federales para quitarle el polvo y emplearla como bazooka en alguna guerra colonialista. Recordemos, como dice el personaje de Denholm Elliott, que cualquier ejército que avanzara con el Arca sería invencible y dominaría el mundo... Pero creo que no. A los americanos, en todo este tiempo, desde que Indiana Jones les consiguiera la reliquia dejándose la piel, les ha ido muy bien en algunas guerras y muy mal en otras, y no creo, por ejemplo, que los marines hubieran salido corriendo de Afganistán si hubiesen tenido el Arca para destaparla y hala, a tomar por el culo los talibanes, derritiéndolos con cuatro rayos subatómicos.

Lo más seguro es que ya nadie sepa en qué caja está el Arca de la Alianza. Ya sabemos cómo son los funcionarios, que lo traspapelan todo, y los cambios de gobierno, que hacen mucha limpieza de documentos. Y es una pena, la verdad, porque el Arca, empleada para hacer el bien, podría salvarnos el pellejo en muchas batallas trascendentales. En manos de los pobres podría ser el arma definitiva de la revolución, y en manos de los verdes, el arma definitiva para detener al cambio climático. Los poderes del Arca son la hostia, como ya sabemos.

Pero Dios, como decía mi abuela, es de derechas, y no creo que al final permitiera tales usos demoníacos. Así que yo, en mi humildad, en la segunda división de los sueños, le pediría a Florentino Pérez que hiciera un esfuerzo, uno de pirata trajeado, y que se trajera el Arca de contrabando como hacen ellos, los americanos, con el oro de nuestros galeones. Aprovechando que seguimos de obras, enterraríamos el Arca bajo el césped del Santiago Bernabéu y volveríamos a ser el equipo invencible y rutilante de hace unos años, de blanco esplendoroso, como de ángeles que bailan, y no de peleles enclenques que son batidos por el viento.



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