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La jaula de oro cuenta la historia de
tres adolescentes guatemaltecos que deciden, llevados a medias por la pobreza y
por el afán de aventura, subirse a los trenes de mercancías que se dirigen
hacia el Norte, hacia la frontera de Estados Unidos, donde les han contado que
se ubica el País de Jauja, la Casita de Chocolate, el pueblo del Far West
donde atan los perros con longanizas y los caballos con cuerdas de hierba
fresca.
En las road
movies tradicionales, rodadas en Hollywood, siempre son una pareja de gringos los que viajan hacia la frontera de México con un maletín lleno de
billetes. Siempre hay un coche de policía que los persigue por el desierto, una
serpiente de cascabel que les espera traicionera entre las piedras, un depósito
de gasolina que se queda sin combustible justo cuando ya acariciaban el sueño
de la evasión. La jaula de oro es una
road movie que transcurre en sentido contrario, rodada en los parajes mexicanos
donde reinan los cactus y las vírgenes de Guadalupe. Aquí no son dos ladrones,
sino miles de trabajadores honrados, los que buscan la frontera que habrá de
cambiarles la suerte y la vida. Como viajan sin coche ni gasolina, y las
serpientes ya se las comieron todas los hambrientos que los precedieron en la
ruta, aquí los peligros vienen encarnados por el propio ser humano: los
policías de frontera que los expulsan a sus países de origen; los bandoleros que
requisan a las mujeres para convertirlas en carne de prostíbulo; los plantadores
de caña que los utilizan para limpiar los campos a cambio de un mísero catre y
un bocadillo de mortadela. Los psicópatas del narcotráfico que se entretienen
en asesinar emigrantes como hacía Amon Goeth con los judíos en su campo de
concentración.
Estos pobres chicos de la película -que son el trasunto de la
barbarie real que allí acontece todos los días- abandonaron la jungla de los
animales salvajes para caer en esta otra del desierto mexicano, donde las
alimañas caminan con dos piernas y dicen muchas veces güey y pendejo y la pinche de tu madre. La jaula de oro es otra película de pobres que buscan el pan. De malnacidos
que aprovechan la circunstancia. De dioses ausentes que hace años abandonaron
esos parajes porque les molestaba el calor y se mudaron a las pistas de esquí
donde van los millonarios de vacaciones,