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Veronica Guerin

🌟🌟🌟

Después de ver la película acudí a Google Maps y encontré la escultura dedicada a Verónica Guerin en el Dubh Linn Garden, a la sombra del castillo. El pasado verano pasé justo a su lado pero no la vi. Entre que iba despistado y que la escultura está metida en un pequeño bosquecillo -fuera del paseo turístico pero apenas a diez metros de los radares- me pasó inadvertida y no la he descubierto hasta hoy, cuando el invierno ya es un hecho tras las ventanas y el verano en Dublín parece como soñado por otra persona más libre y aventurera.

Antes de ver “Veronica Guerin” tuve que hablar seriamente con Max, mi antropoide interior, que es como un niño revoltoso que a veces todo lo jode. Yo sé que Max bebe los vientos por Cate Blanchett, pero no como actriz -que a esas finuras del arte él no llega ni quiere llegar- sino como señora. Max -y yo no se lo rebato- piensa que Cate Blanchett es la quintaesencia de las anglosajonas que sólo en Australia se han preservado como eran en los tiempos míticos del rey Arturo. Un hada y un milagro. Y aunque es un pensamiento bonito y tal, todo un halago de hominoideo, no sería la primera vez que nos ponemos a ver una película con Cate en el reparto y Max empieza a hacer cucamonas, y a rascarse el sobaco, y a lanzar chillidos de primate excitado que me arruinan la función. Él es mi Ello desbocado, y Yo, que soy el cinéfilo responsable, a veces tengo que leerle la cartilla antes de que comience la película.

Veronica Guerin fue asesinada por investigar a los capos de la droga dublinesa y se merecía que los dos estuviéramos muy en silencio, atentos a los devenires y solo ocasionalmente agradecidos a la belleza. Pero la película es un melodrama televisivo con musiquillas de noñería que nos arrancó varios bostezos y muchas desilusiones. Veronica, además, en varias escenas de la pelicula que supongo contrastadas, parecía empeñada en atropellar con su Mercedes a los mismos chavales que trataba de ayudar. La Farruquito de Dublín, creo que la apodaban. Una irresponsable al volante y una heroína contra la heroína: una pura contradicción. 






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Omagh

🌟🌟🌟🌟


Este verano, en Irlanda, pasamos muy cerca de Omagh con el autocar. Entre Belfast y Derry hay un cártel en la carretera que indica el camino para llegar. 

Recuerdo que nuestro conductor estaba saliendo de Irlanda del Norte a muchas millas por hora porque nos habíamos excedido del tiempo programado y corríamos el riesgo -inocuo, por otra parte- de que alguien nos parara y nos pidiera los pasaportes. En la excursión éramos todos españoles y por tanto europeos en un territorio comanche que aún forma parte de la Europa geográfica, e incluso de la futbolística, pero ya no de la existencial. 

(Parar en Omagh, lo reconozco, ya hubiera sido el colmo del amarillismo, pero sí me hubiera gustado parar en Derry para hacerle un homenaje a los tiroteados y tararear el “Bloody Sunday” de U2 en el epicentro de la historia. No pudo ser).

Esa tarde nuestro destino era Ballybofey, justo al otro lado de la frontera, en la República Irlanda, que sigue siendo un país europeo aunque muy extraño en sus costumbres. Nadie juega al fútbol y todo el mundo canta y compone poemas. Y eso, quieras o no, imprime carácter.

Al llegar a Ballybofey me dio por pensar que quizá allí, en los tiempos de los Troubles, se refugiaban terroristas del IRA que operaban al otro lado de la frontera. Como aquellos etarras que asesinaban en San Sebastián y luego regresaban tan ricamente a San Juan de Luz. O como estos terroristas de “Omagh”- tan reales que no hay ficción que nos consuele- que después de poner la bomba que mató a 29 inocentes regresaron a Dundalk convencidos de ser unos hombres de provecho y unos héroes de la patria.

Recuerdo que en España el atentado de Omagh tuvo mucha repercusión porque allí murieron dos españoles que estaban de vacaciones: una guía turística y un chaval de 12 años de los que ella pastoreaba. También es verdad que seis años después hicieron esta película y ya a casi nadie le interesó. 

(Hubo una décima de segundo terrible, al pasar por el desvío de Omagh, en la que miré al guía de nuestra excursión y le pregunté, con el pensamiento, si estaba completamente seguro de que el IRA Recalcitrante ya no operaba en el lugar).





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En el nombre del padre

🌟🌟🌟🌟


Gracias a que Filmaffinity conserva las fechas de votación compruebo que han pasado 15 años desde que vi la película por última vez. Curiosamente, los Cuatro de Guilford también cumplieron 15 años en la cárcel por un crimen que no habían cometido. Como el Equipo A, sí, ja ja, pero todo muy real y con muchas menos carcajadas. 

Si me dedicara a la numerología buscaría el significado cabalístico de este número 15 que se repite sospechosamente. Y si fuera poeta, diría que también yo he vivido estos últimos 15 años confinado dentro de mí mismo, también inocente de los cargos que enuncia con muy mala baba el ministerio fiscal de mi existencia. 

La primera vez que vimos la película, allá por 1994, los espectadores nos echamos las manos a la cabeza: qué hijos de puta, los policías británicos... “Menos mal que es una ficción de Hollywood”, dijimos nada más salir del cine aunque supiéramos que la película era irlandesa. Luego nos contaron que aquello estaba basado en un caso real y ya no pudimos salir de nuestro asombro: qué rehijos de la reputa... De pronto los servicios de inteligencia británicos ya no eran tan molones como en las pelis de James Bond. Se parecían demasiado a los servicios secretos de los soviéticos en las películas de propaganda. 

“Esta injusticia soberna aquí nunca podría mantenerse", decíamos también. Pensábamos que nuestro aparato de inteligencia apenas estaba más desarrollado que la TIA de Mortadelo y Filemón. Estábamos convencidos de que el CNI no estaba dirigido por los psicópatas requeridos para el puesto, sino por unos merluzos con un bigote muy parecido al del superintendente Vicente. Era la edad de nuestra inocencia.

22 años más tarde, en Alsasua, sucedió algo muy parecido a lo narrado en esta película. A cuatro chavales que pasaban por el pub les metieron un puro antiterrorista para cagarse. De pronto, una trifulca de borrachos merecía la misma pena que un disparo a bocajarro o que una bomba lapa en las bajeras. Está visto que los hijos de puta que gobiernan entre las sombras son iguales en todos los sitios. Los reclutan con los mismos tests y pasan las mismas pruebas de capacitación. 





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Bloody Sunday

🌟🌟🌟🌟🌟


En los títulos de crédito del final suena, cómo no, el “Sunday Bloody Sunday” de U2. De hecho, cuando las letras terminan, la canción sigue sonando con la pantalla en negro dos minutos más. Es el colofón perfecto a una película que no admitía otras músicas ni otras canciones: sólo diálogos, voces, órdenes, disparos... Da igual que conozcas la historia o que ya hayas visto la película: lo que se cuenta, y cómo se cuenta, te golpea directamente en las neuronas más comprometidas.

Este “Sunday Bloody Sunday” es una versión en directo que Bono prologa con un pequeño discurso: “Espero que algún día esta canción ya no sea necesaria...”. Leo en Wikipedia que la canción fue compuesta por “The Edge” en 1982, diez años después de la matanza del Domingo Sangriento. Ha llovido mucho desde entonces. Sangre también, pero ya menos. Las cosas han mejorado mucho en Irlanda del Norte, pero nadie está totalmente convencido de su vigencia. Cualquier tronado con un revólver sería capaz de revertir los logros conseguidos. Viendo la película es imposible no establecer paralelismos con ETA y con el País Vasco. Lo de Irlanda del Norte fue más salvaje, más indiscriminado, pero yo creo que nos entendemos.

Pero ojo: cuando digo “tronado con un revólver” no hablo solo de un potencial terrorista. Hablo también del otro lado de la barricada. En mi entorno, salvo cuatro habas contadas, los jóvenes fascistas quieren pegar tiros entrando en el Ejército o en los “Fuerzos y Cuerpas” de Seguridad del Estado, que dijo una vez Irene Montero en plena lucha subversiva de los géneros.

Estos chavales no se distinguen mucho de los paracaidistas británicos que dispararon a la muchedumbre en Londonderry. Los paracas no hicieron diferencias entre los manifestantes violentos y los pacíficos: todos eran irlandeses, y católicos, y por tanto objetivos de su videojuego. Aquí, cuando VOX se haga cargo del ministerio del Interior, muchos se van a creer con licencia para matar al enemigo: 007, o 009, o John Wayne en pleno fregado contra los sioux de Cataluña o los apaches del Nervión. Veo mucho patriota, mucho tarado, mucho débil mental... Mucho inquieto con ganas de follón. 



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