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Después de ver la película acudí a Google Maps y encontré la escultura dedicada a Verónica Guerin en el Dubh Linn Garden, a la sombra del castillo. El pasado verano pasé justo a su lado pero no la vi. Entre que iba despistado y que la escultura está metida en un pequeño bosquecillo -fuera del paseo turístico pero apenas a diez metros de los radares- me pasó inadvertida y no la he descubierto hasta hoy, cuando el invierno ya es un hecho tras las ventanas y el verano en Dublín parece como soñado por otra persona más libre y aventurera.
Antes de ver “Veronica
Guerin” tuve que hablar seriamente con Max, mi antropoide interior, que es como
un niño revoltoso que a veces todo lo jode. Yo sé que Max bebe los vientos por
Cate Blanchett, pero no como actriz -que a esas finuras del arte él no llega ni quiere llegar-
sino como señora. Max -y yo no se lo rebato- piensa que Cate Blanchett es
la quintaesencia de las anglosajonas que sólo en Australia se han preservado como
eran en los tiempos míticos del rey Arturo. Un hada y un milagro. Y aunque es un pensamiento bonito y
tal, todo un halago de hominoideo, no sería la primera vez que nos ponemos
a ver una película con Cate en el reparto y Max empieza a hacer
cucamonas, y a rascarse el sobaco, y a lanzar chillidos de primate excitado que me
arruinan la función. Él es mi Ello desbocado, y Yo, que soy el cinéfilo
responsable, a veces tengo que leerle la cartilla antes de que comience la película.
Veronica Guerin fue asesinada por investigar a los capos de la droga dublinesa y se merecía que los dos estuviéramos muy en silencio, atentos a los devenires y solo ocasionalmente agradecidos a la belleza. Pero la película es un melodrama televisivo con musiquillas de noñería que nos arrancó varios bostezos y muchas desilusiones. Veronica, además, en varias escenas de la pelicula que supongo contrastadas, parecía empeñada en atropellar con su Mercedes a los mismos chavales que trataba de ayudar. La Farruquito de Dublín, creo que la apodaban. Una irresponsable al volante y una heroína contra la heroína: una pura contradicción.
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