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Querer

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Sospechaba, al principio, porque las columnistras del diario Público la convirtieron rápidamente en tótem y referencia, que "Querer" iba a ser otra producción del Ministerio de Igualdad donde no hay ningún personaje masculino decente: solo violadores, y maltratadores, y babosos de gimnasio, o, en su defecto, amigotes de esa gentuza incapaz de gestionar civilizadamente su heterosexualidad. Así es como nos imaginan las funcionarias más guerrilleras del ministerio, aunque no, por suerte, las mujeres de la vida real, que precisamente por eso, porque proceden de la realidad y no de las endogamias universitarias, suelen concedernos al menos el beneficio de la duda.  

Pero al final la curiosidad mató al gato. Sobre “Querer” empezaron a llover críticas positivas desde todas las nubes imaginables, e incluso Carlos Boyero, el azote del feminismo almorávide, habló maravillas de la serie en su programa de la SER. Guiado por el gurú, esa misma noche entré en Movistar + y añadí “Querer” a mi lista de favoritos; pero aún tardé dos semanas en verla porque aparecieron “Los años nuevos” y entremedias jugaron los magos del billar en Eurosport.

“Querer” parece una serie pero en realidad son dos. En los tres primeros episodios la serie es compleja y me gana; en el último, se deja llevar por lo fácil y se derrumba. Todos sabemos que el marido perpetró lo que consta en la denuncia. Lo sabe incluso el hijo que lo niega, porque él mismo se ve reflejado y se avergüenza. Pero juzgar a este señoro medieval no es tan simple. De su generación no creo que muchos se salvaran del banquillo. No es justificación, sino simple constatación. Nuestra generación trató de alejarse de sus comportamientos pero la que viene parece alejarse de los nuestros... Es el péndulo fatal.

En el último episodio, Ruiz de Azúa y sus guionistas se asustan de un posible tweet de Irene Montero acusándoles de marear la perdiz y convierten al marido en un ogro desbocado. Verosímil, sí, real como la vida misma, pero finalmente plano. Un malo de manual. Una serie como tantas. 




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