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Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo

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Cuántas veces, en el dolor de la culpa, en la certeza de no haber vivido, habrá deseado uno esta suerte morrocotuda que tiene Ernesto en la película: regresar al pasado para deshacer el error, pedir perdón, vivir la vida a calzón quitado, pero manteniendo la experiencia de los años recorridos. Valiente, en el impulso, pero sabio, en su aplicación. Viajar en el tiempo para susurrarle unas cuantas cosas al yo joven -o no tan joven- que andaba tan perdido, y tan equivocado.

    Cuántas veces no se habrá dicho uno: “Ay, si pudiera volver a este momento, o al otro, para decidirme por un camino distinto en la encrucijada. Presentarme a la cita, decir que no, dar media vuelta, rellenar otra casilla, escoger otro lugar… Borrar lo escrito, añadir la coda, salir pitando, coger el teléfono, dar el salto, acercarme a esa mujer… Contener el gesto, contar hasta diez, tener un detalle, hacer acto de presencia... Ay, si un genio de la lámpara maravillosa, o de la lata de Coca-Cola, saliera del recipiente para concederme tal deseo, a cambio de mi alma, que total, para qué la quiero, si ni siquiera creo en ella, y el alma sólo es humo,  y recurso de los poetas”.



    Pero adónde ir -me pregunto yo- si un día apareciera Eusebio Poncela para proponerme semejante trato, con sus ojos azules, y su voz susurrante. Y su malicia evidente. Porque son tantas las cosas que salieron torcidas y emborronadas... Tantas las oportunidades perdidas, los trenes que pasaron, las soluciones erróneas. Y además, quién garantizaría el éxito en la misión, el arreglo seguro de todo lo que se jodió. Porque como se deja entrever en el cuento de Laiseca, y en la comedia disparatada de Cohn y Duprat, uno, al final, dondequiera que vaya, siempre viaja consigo mismo, con sus taras y con sus cegueras, y es muy posible -más que probable- que la experiencia no sirva finalmente de nada, y que sólo sea un acúmulo de cosas, trastos de sótano o de azotea. Purria sin moraleja ni aprovechamiento. Un mero almacenar, y no una fuente de sabiduría que tuerza el destino . “Ooops!... I did it again”, como decía Britney Spears en su canción.

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