Los días que vendrán

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Vir y Lluis son dos treintañeros barceloneses que hablan catalán en la intimidad de su dormitorio. Ganan un buen dinero, viven en el downtown de la ciudad y se han arrejuntado para disfrutar a tope el resto de su juventud, antes de tomar las decisiones trascendentales sobre el trabajo o sobre los hijos. Ellos quieren viajar, salir de noche, ir al cine, experimentar con los mil y un alimentos que ofrece el Mercado de la Boquería. Y follar, claro, mucho… Vir y Lluis parecen una pareja muy moderna, profesionales liberales del teléfono móvil y del habla correctísima, pero en la primera conversación de la película descubrimos que utilizan la marcha atrás como método anticonceptivo, que es el remedio chapucero que usaban sus abueletes del Ampurdán en tiempos de la Guerra Civil. Vir y Lluis no saben -o no quieren saber- que en los pequeños chispazos pre-eyaculatorios viajan intrépidos espermatozoides que son la avanzadilla del ejército, zapadores que van abriendo caminos para que sus compañeros de armas pasen en feroz estampida o en pacífico desfilar, según la fuerza de la eyaculación. Y que a veces, con el grueso del ejército derrotado en el valle de un ombligo, estos zapadores se lanzan como guerrilleros heroicos a la misión de fecundar el óvulo que ya se creía a salvo del asedio.



    A partir de ahí, del encuentro clandestino entre el zapador y el óvulo, empiezan a contarse, o más bien, a descontarse, los días que vendrán... Nueve meses de embarazo que serán el tránsito agridulce de la pareja al trío, del “qué bien estábamos tú y yo solos” al “a ver qué coño hacemos ahora con un crío en casa”... Vir y Lluis saben -porque lo han visto en las películas, y ahora se lo recuerdan mucho las amistades- que la visión del recién nacido compensará todos los sinsabores y sacrificios. Pero hasta entonces aún faltan muchos meses de carrusel emocional, de discusiones agrias que medirán el compromiso, la paciencia, la madurez necesaria para afrontar el reto de ser una pareja progenitora. Muchos meses de sexo inapetente, de sexo denegado, de sexo recomendado por los médicos, que es casi el peor de todos, tan frío y maquinal. Nueve meses de pequeñas separaciones, de tristes reencuentros, de breves momentos para el humor… Nueve meses de mierda, en realidad, a la espera de que la cabecita  del bebé asome, la sonrisa se dibuje, y todo pase a ser la pesadilla de los días que pasaron.