Cómo vivir contigo mismo

🌟🌟🌟

Cómo vivir contigo mismo… Pues viviendo. No hay otra. Es lo que hacemos todos en este valle de lágrimas, por propia definición de la vida: el que deja de vivir consigo mismo es que se suicida, o se enajena, que es otra forma de escapar. Así que no hay otro remedio que convivirse, si se quiere disfrutar de los pequeños placeres. Hagamos lo que hagamos, en soledad o en compañía, nunca estamos solos: siempre está uno mismo fisgando, alentando o criticando según el proceder. Y como no podemos ahuyentarlo, ni amordazarlo, tenemos que aprender a negociar sus manías y sus miedos, sus caprichos y sus gilipolleces. Después de las siete horas de sueño -en las que vives contigo mismo, sí, pero de un modo difuso, casi despersonalizado -te levantas por la mañana y tú mismo ya estás ahí, esperando al pie de la cama como un mayordomo eficiente, dando pol culo con las preocupaciones y las toses de la edad. Que si llego tarde, que si tengo que arreglar aquello, que si vaya mierda de café… El uno mismo que es nuestro monólogo interior, nuestro gusanillo de la conciencia, nuestra imagen en el espejo. Ese tipo que a veces me da un capón en el cogote, coge mi ordenador de malos modos y se pone a escribir sus cosas sin preguntarme, como ahora mismo, yo a su lado, sin muchas ganas de corregirle.



    Paul Rudd, en Cómo vivir contigo mismo, está bastante harto de vivir consigo mismo, y decide someterse a una extraña terapia genética que limpiará su cuerpo de radicales libres, y su mente de malos pensamientos. Un yo rejuvenecido y alegre, ya sin canas en el pelo ni arrugas en el alma, que tratará de reverdecer los viejos laureles de su maltrecho matrimonio, y de su empleo a punto de naufragar. Pero esto es una comedia de Netflix, algo sale mal en la mesa de operaciones, y al despertar de la anestesia, Paul Rudd descubrirá que a partir de ahora tendrá que vivir consigo mismo no metafóricamente, no literariamente, sino de verdad, en carne y hueso, con ese clon que le han fabricado desde las entrañas y que siente lo mismo que él y recuerda lo mismo que él. Un clon con la misma edad, pero pluscuamperfecto, enérgico, radiante, que al conocer a la bella esposa de su yo original pensará: “Joder, soy yo mismo, pero mejor, y sin gafas… Me la quedo”. Un triángulo amoroso con dos lados iguales, o casi: el amor isósceles.