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"Las películas son más armoniosas que la vida. En ellas
no hay atascos ni tiempos muertos". Lo decía el personaje de François
Truffaut en “La noche americana”, y aunque la frase suene a poesía para
cinéfilos, a disertación de la Nouvelle Vague, lo cierto es que es una
verdad como un templo. A este lado de la pantalla, la vida es un transcurrir
aburrido, cansino, ocupados como estamos en ganarnos el pan, tramitar los
asuntos, desplazarnos de un sitio a otro por las carreteras y las autovías. La
vida se nos va en dormir, en preparar café, en vestirnos y desvestirnos. En
hacer la comida y en fregar los platos. En encontrar el mando a distancia. En
cambiar una bombilla. En esperar a que las heces salgan de su laberinto. En
recoger a los niños, esperar el autobús, guardar la cola en la carnicería. La
vida de los espectadores no avanza ligera como los trenes en la noche. Eso
también lo decía François Truffaut, pero ya no recuerdo dónde.
Michael Winterbotton
-que es un cineasta libérrimo que filma más o menos lo que le da la gana- decidió
aplicar la máxima de Truffaut para contar la historia de amor entre Lisa y Matt:
dos jóvenes que se conocieron en la noche de copas, ciñeron sus cuerpos al
ritmo de la música rock, y luego, ya refugiados en la intimidad del apartamento,
se entregaron al sexo con la alegría de los humanos guapos que se reconocen
como tales. Nueve canciones y nueve polvos: a eso se reduce “Nine Songs”. Nueve
canciones que son más o menos la misma, pero nueve polvos que son muy
diferentes, juguetones, casi como el catálogo sexual de la juventud moderna que
se desea.
“Nine Songs” es cine depurado, deshuesado, reducido a su
quintaesencia de momentos decisivos. No tiene los atascos ni los tiempos
muertos que Truffaut le achacaba a la vida. Solo está la música que enciende el
fuego, y el sexo que apaga la hoguera. 66 minutos que casi son un 69, pero nada
más. Todo lo que no sea follar y sonreír,
escuchar música y acariciarse, es accesorio y prescindible. Todo eso, lo ajeno, la vida, es la molestia que los mantiene separados en las horas absurdas.
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