Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido.

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Ahora que uno está en los preparativos para juntarse por un período de tiempo desconocido, repaso la cartelera del cine austrohúngaro y encuentro una película que se titula, fíjate tú, “Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido”. De nuevo la casualidad... De nuevo la realidad y la cinefilia, que entrecruzan las líneas telefónicas. De nuevo un título que pone la etiqueta perfecta a una peripecia personal. Como una vez, hace años, que me masturbé en el cuarto de baño con una hombría inusitada, tras muchos meses de apatía preocupante, y al poco rato, ajeno por completo a mi contexto, mi hijo me propuso  ver “El despertar de la fuerza” en el Blu-ray del salón.

Sospecho -porque ya van muchas casualidades, y prefiero atenerme al magisterio de la ciencia- que existe un hilo invisible en todo esto, una interacción atómica que hace que cuando a este lado de la pantalla me pasa alguna movida, al otro lado, por los efectos del entrelazamiento cuántico, salta un título que es el espejo exacto de mi alegría o de mi depresión. Yo me entiendo.

Otras veces, cuando me encontraba una película húngara alabada por la crítica, yo salía corriendo como un cultureta pillado en su impostura. El deber me llamaba, pero yo me camuflaba entre el gentío que cruza los puentes sobre el Danubio. Uno solo es cinéfilo hasta cierto punto... Pero hoy no había excusa posible. El título estaba como elegido por un demiurgo, y además había un par de críticas notables, y la señorita del cartel -todo hay que decirlo- lucía guapísima y enigmática.

Luego te pones a la faena y resulta que aquí no hay preparativos al uso: mudanzas, promesas de amor, esas cosas.... La película va de una mujer que no sabe si su amante es real o si se lo inventa su imaginación. Si el tipo es un cabrón que la ignora o un holograma proyectado por un tumor cerebral. De todos modos, no está tan mal tirada la cuestión: el primer preparativo para pasar juntos un periodo de tiempo desconocido es, por supuesto, cerciorarte de que tu pareja no es un sueño, o un delirio de tu locura. A veces pasa.