La trama

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Se puede ser inteligente y un completo gilipollas al mismo tiempo. No tiene nada que ver. Hay un superventas de la divulgación científica que se titula "Por qué las personas inteligentes pueden ser tan estúpidas". No es broma.

También es verdad que depende mucho de la definición de inteligencia que tomemos. Joe Ross, por ejemplo, en “La trama”, parece un hombre brillante porque acaba de desarrollar un invento prodigioso que le hará multimillonario. No sabemos de qué se trata porque David Mamet, en esto, aplica estrictamente la norma del macguffin establecida por don Alfredo. Podría ser el coche que funciona con agua, el mando a distancia que nunca se extravía o la espada láser de los Jedis que llevamos esperando toda la vida... Da igual. La trama de “La trama” no se resiente por ello.

Forrado con su patente, suponemos que Joe se comprará un cochazo deportivo, se tirará dos meses en las playas de Miami y allí conocerá a una bella señorita que se pirrará por su alma de poeta y por su sentido del humor. Joe Ross parece la definición misma de la inteligencia: un tipo que sabe hacer ecuaciones, que llena cuadernos enteros con signos algebraicos, y que gracias a esos cálculos niquelados triunfa en la vida y conquista a los pibonazos. Pero Joe Ross, ay, tiene cara de pardillo, y según san Andrés, quien tiene cara de idiota lo es. Está claro que lo suyo no puede llegar a buen puerto. Yo mismo, ay, podría impartir clases doctorales sobre el asunto. 

Joe Ross, vamos a decirlo ya, no es inteligente. Sabe hacer cálculos complejos pero nada más. Tambén los podría hacer un autista de alta capacidad que luego no sabe interpretar una sonrisa. La inteligencia es otra cosa: es una sabiduría más sutil y más práctica, Más instintiva. A Joe Ross le engaña todo dios a lo largo de la película y no se entera de nada. Siempre va diez pasos por detrás. Despojado de sus ecuaciones, es el tonto soñado por cualquier estafador. Basta una mujer guapa para desactivarle el cortafuegos. A mí también me pasó una vez y por eso entiendo y compadezco a Joe Ross. Como si le hubiera parido, vamos.  





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