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Hace un par de años, en el Museo Madame Tussaud de Ámsterdam, mi pareja de entonces no quiso posar junto al Picasso de cera que allí taladra con la mirada a los visitantes. Es más: ni siquiera quiso comprobar si el parecido artístico seguía ajustándose al patrón de calidad europeo o si era una chapuza al estilo del Museo de Cera de Madrid, donde cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y además te la cobran doble con la entrada.
Mi compañera -vamos a llamarla Ninotchka porque era tan roja de palabra como entusiasta de la moda de París- hizo unos aspavientos muy raros al toparse con don Pablo y pegó dos zancadas de atleta olímpica para alejarse mientras musitaba en un castellano ya extinguido en los territorios de Flandes:
- Maldito maltratador, la puta que te parió...
A mí me pareció que sobreactuaba un poco, pero tampoco quise quitarle la razón moral en el asunto. Don Pablo, ciertamente, era un genio del arte, pero también un pichabrava bastante machista y desconsiderado con las mujeres (el documental, en ese asunto, aunque alguna entrevistada parece quedarse con las ganas, no pasa a mayores con los adjetivos des-calificativos).
Lo desconcertante, lo contradictorio, lo que a mí siempre me carga de razones para no separar jamás al artista de su obra porque entonces nos quedaríamos sin nadie a quien admirar, es que Ninotchka sí se detuvo a hacerle varias cucamonas a la figura de Dalí, que fue un fascista de tomo y lomo, y a la réplica de Kate Middelton y del príncipe Guillermo, que son dos sátrapas que viven de exprimir el sueldo de sus súbditos, y también, ay, nunca lo olvidaré, a la escultura bañada en Fanta naranja de Donald Trump, al que entonces ya creíamos una cucaracha extinguida del Precámbrico y nos tomamos -eso es verdad- un poco a chirigota.
No sé... Las feministas almorávides la han tomado con Picasso y presumo que dentro de poco cualquier documental que no lo denigre y pida la quema de sus obras ya no podrá ser emitido en televisión. Así que habrá que aprovechar estas oportunidades para enterarse un poco de los entresijos geniales y mundanos de Picasso, al que le quedan cuatro telediarios en Canal Red para ser desposeído de su aura.
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