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Viendo la segunda
temporada de “The Bear” no hacía más que pensar en el colegio donde trabajo.
Una risa...
Pero antes de empezar a
repartir cera, tengo que decir que yo mismo, en el restaurante de Carmy
Berzatto, no pararía de romper platos,
traspapelar pedidos o quemar estofados en el horno. Además de funcionario
siempre he sido muy torpe con las manos. Si el pan de mis hijos -es un decir-
dependiera de trabajar en su flamante restaurante, sería mejor ir buscándoles
una inclusa o un padre sustituto. Yo sería como Coco en aquellos sketches de
“Barrio Sésamo" donde hacía de camarero incompetente. Nunca he estado para
esos ritmos. Aquí, en el colegio, nadie lo está. Pero yo, al menos, como otros
cuantos veteranos de guerra, vengo a trabajar todos los días.
Hay un chiste de Forges
en el que se ve a dos tipos en una oficina leyendo el periódico: uno tiene los
pies sobre la mesa y el otro no. La pregunta es: ¿cuál de los dos es el
funcionario interino y cuál el que tiene plaza fija? El chiste es genial, pero
no refleja del todo la realidad de este colegio: aquí serías incapaz de
distinguirlos. Aquí el chiste sería: un funcionario siempre escoge los viernes
para acompañar a un familiar al médico y otro siempre escoge los lunes para
tener unas ligeras molestias en el estómago. El objetivo, en cualquier caso, es
convertir todos los fines de semana en puentes de guardar. ¿Cuál es la maestra
interina y cuál la que aprobó la oposición? Ya digo: es imposible
distinguirlas. Las mañas de la gente más veterana se aprenden cagando leches.
Si de pronto nos reconvirtieran en un restaurante como "The Bear"
sólo podríamos abrir de martes a jueves por falta de personal.
Al final, por fortuna,
aquí no hay que cocinar a los alumnos para luego trocearlos en finas lonchas
sobre una base de alcaparras con destilado de melón indonesio. A veces basta con devolverlos sanos y salvos
a sus casas, y para eso sólo se requiere un mínimo de personal cualificado.
Ellos, y ellas, son la condición necesaria para que cualquier negocio lucrativo
o asistencial mantenga las puertas abiertas y se disimule el despropósito.
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