La habitación de al lado

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Tengo la impresión de que Almodóvar ya sólo rueda películas para que se vea que es un tipo cultísimo con gustos exquisitos. La metamorfosis completa del provocador de La Movida... Pues bueno: yo también sé reconocer un cuadro de Hopper cuando lo veo, y conozco el monólogo final sobre la nieve de “Dublineses”, y hasta sé que hubo una pintora llamada Dora Carrington porque una vez vi una película con Emma Thompson que la interpretaba. Y ya ves: vivo en la provincia y soy un funcionario de lo más gris y secundario.

Es como si Almodóvar aprovechara cualquier resquicio de sus tramas -o más bien, como si construyera las tramas alrededor de los resquicios- para que se vea que ha dejado muy atrás las cáscaras de gambas y las batas de boatiné. Y es una pena, la verdad, porque sus películas más transgresoras o más apegadas al terruño siempre fueron las preferidas de todos los defraudados que ya sólo vemos sus películas para sostener una opinión ante la avalancha publicitaria y la monserga en las tertulias.

Cuando Almodóvar defiende una causa en las conferencias de prensa o en las entrevistas para El País yo casi siempre estoy de su lado. Si el mundo se divide en barricadas él, desde luego, combate a nuestro lado. El problema es que su discurso, en las películas, está metido con calzador. Casi nunca viene a cuento y además es contradictorio, porque lo defienden ultrapijos liberales y ultrapetardas ensimismadas. En eso, “La habitación de al lado” es la quintaesencia del nuevo Almodóvar, un personaje pedante, redundante, sofisticado, internacional... Progre pero altanero. De izquierdas, pero fascinado por el estatus. 

¿El paisanaje de la película?: pijas cultísimas y maromos supersensibles. ¿El paisaje?: unos apartamentos de lujo y una casa en el campo para flipar. En el nuevo mundo de Almodóvar ya no hay ruidos de tráfico ni mochufa molestando. Tilda Swinton y Julianne Moore ni siquiera hacen ruido al masticar las barritas de zanahoria. Viven en un mundo tan límpido que casi parece imaginario. El cielo antes de la muerte, quizá. 




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