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Californication. Temporada 6

🌟🌟🌟


Tengo que confesar que ya me cansa un poco “Californication”. Y eso que yo era su evangelista -su lúbrico evangelista- en esta tierra estéril de los infieles. La sexta temporada es un calco de todas las anteriores. Los chistes se repiten y el desenfreno se autoparodia. 

Incluso la trama central parece el mismo ADN duplicado: Hank Moody -que desde hace varias temporadas ya no es escritor y no sabemos muy bien de qué vive– le baila el agua a una estrella del rock and roll que a cambio le provee de titis y de drogas hasta jartarse. “En temporadas anteriores de Californication”, Moody, al menos, se curraba los triunfos con la escritura, o con la caidita de las Rayban sempiternas. Ahora le ponen los polvos como a Franco le ponían el atún, o al Emérito el oso siberiano, así que hace tiempo que se nos ha caído el mito del Hank Palomo que se guisaba y se comía sus propios platos suculentos. 

(Mientras tanto, entre polvo y polvo -polvo de coca y polvo de meteysaca, digo- Moody sigue echando de menos al amor de su vida, la tal Karen, que se ha vuelto otro personaje escurridizo y sin línea argumental, supongo que porque Natascha McElhone entraba y salía de los rodajes a causa de sus compromisos o de sus movidas personales). 

Eso sí: en esta sexta temporada sale la mujer más guapa de cuantas se acostaron con Hank Moody en la ficción. Y puede, incluso, que con David Duchovny en la realidad. Si California se ha convertido otra vez en el paraíso perdido de “Californication” es gracias a esta actriz llamada Maggie Grace que consigue que la atención del espectador vuelva a vitaminarse y mineralizarse. Mi Super Ratona... 

Cando ella no está dan ganas de avanzar el metraje con el puntero del ratón; cuando ella aparece con sus vestidos mínimos y sus botazas de rockera, dan ganas de congelar el momento para toda la eternidad. Bendito sea el código binario que la inmortalizará en nuestros ordenadores o en la nube de las plataformas. Dentro de las matemáticas se escondía una secuencia de unos y ceros que era la belleza absoluta -la soñada por el mismísimo Platón- y creo que los científicos ya la han encontrado.





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