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Sinatra

🌟🌟

Cuenta la leyenda que una vez Charles Chaplin se presentó a un concurso de imitadores de Charles Chaplin y quedó tercero. Lo mismo dicen de Julio Iglesias, en la versión latina: que se presentó a un concurso similar y hubo otro Julio al que le salió mejor lo del “¡Hey!”, y lo de la mano temblando en el costado.

    Sinatra, la película, cuenta la historia de un imitador de Frank Sinatra que no sabemos si vencería a Frankie en un duelo de micrófonos. Sinatra Landa se gana la vida en los espectáculos del Paralelo, en Barcelona, cantando, suponemos, el My Way, o el New York, New York, pero la verdad es que nunca vemos a don Alfredo subido al escenario, intentando dejar patidifusas a las mujeres. De su personaje sólo conocemos las desdichas en la vida civil, que son básicamente las amorosas, porque las pecuniarias, más apremiantes, las resuelve nada más empezar la película, quedándose a trabajar de portero de noche en una pensión de mala muerte.



    Sinatra Landa tiene el corazón roto porque acaba de abandonarle una mujer estupenda, guapísima, veinte centímetros más alta que él, casi como si fuera la mujer del Sinatra original. (Quizá, en un concurso de imitadoras de esposas de Frank Sinatra, Mercedes Sampietro tendría cosas que decir, codeándose con lo mejor del repertorio americano). Sinatra Landa, para olvidarla, y sacar el clavo con otro clavo, se ofrece en el mercado del amor. Pero como estamos en 1988 y todavía no existen ni Meetic ni Tinder, recorta cupones en las revistas, los rellena con sus datos personales y sus gustos más presentables, y tras adjuntar una foto favorecedora y una oración a la Virgen, lo mete todo en un sobre que depositará con un beso en un buzón de correos.

    Así se hacía, al parecer, en los viejos tiempos, cuando internet era una entelequia que todavía manejaban con trajes espaciales, y mucho cuidadín, los ingenieros americanos. Pero funcionaba. Vaya, que si funcionaba... Sinatra Landa arrasa con su belleza interior y terminará por trajinarse a la Verdú y a la Obregón, que no eran moco de pavo. Hoy en día, en la red, esas tías le bloquearían al primer saludo.

    Por cierto: la Obregón ahora nos da un poco la risa, pero jodó, con la Obregón…



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