Algo pasa con Mary

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Los hombres guapos no necesitan hacer el ridículo para conquistar a las mujeres. No corren el peligro de tartamudear como bobos o de pegarse un barrigazo saltando desde el trampolín. Les basta con hacer acto de presencia y sonreír con esa confianza que dan los éxitos anteriores. En eso gozan del mismo privilegio que ellas, las mujeres hermosas, que sólo tienen que exponerse para que los hombres se vuelvan turulatos y las tiñosas se mueran de la envidia. 

Fuera de esa casta privilegiada hay que buscarse las habichuelas corriendo serio peligro de caer en la estupidez. Cuando una mujer como Mary -qué digo, remotamente parecida a Mary- nos roba el corazón y nos perturba el pensamiento, nuestros cuerpos alejados del canon, y nuestros jetos alejados de Hollywood, nos obligan a tirar de la poesía y del sentido del humor. Del rollo intelectual... De la escritura en Instagram. De todo eso que llaman la “belleza interior”. La sapiosexualidad y el deslumbramiento del espíritu. Todas esas gilipolleces...

Hay hombres, sin embargo, que para no sufrir estas humillaciones están dispuestos a comprar cualquier filosofía que considere la belleza física como un valor superficial. Son como aquel zorro de la fábula que despreciaba las uvas que no podía alcanzar. Pero así es como se sienten especiales y únicos, superiores incluso a los guapos, y nunca les alcanza el desaliento ni la depresión. Cada uno se salva como puede.

Las mujeres como Mary gozan de la ventaja evolutiva de poder elegir compañero de apareamiento. O compañera. Les basta con mover el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Pero por otro lado -porque no hay especie que no tenga su rémora o su parásito- tienen que armarse de paciencia para rechazar a esos mentecatos que se creen dignos de su atención y de su desnudo. En “Algo pasa con Mary” estos tipos no dejan de ser unos merluzos entrañables. Pero apenas les separa un exceso para ser unos perturbados peligrosos. Los cavernícolas nos reímos mucho con la película pero somos conscientes de este equilibrio tan delicado. 




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