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La vida es demasiado corta. Nos faltan años y nos sobran expectativas Y aún podría ser más corta si además nos faltaran centímetros de estatura, que es lo que le pasa, por ejemplo, a Warwick Davis, el acondroplásico más famoso de las pantallas hasta que Peter Dinklage encarnó al hijo decente de los Lannister en “Juego de Tronos”.
En la vida real, Warwick Davis es un tipo felizmente casado que nunca ha dejado de trabajar en las grandes producciones. Empezó de chaval, en “El retorno del Jedi”, embutido en aquel felpudo con patas llamado Wicket que hizo las delicias de los niños más tontos de mi clase. Desde la distancia, Warwick parece instalado en el lado luminoso de la vida, famoso y bien pagado, y quizá por eso, en “Life's too short”, seducido por las artes irónicas de Ricky Gervais y Stephen Merchant, ese pequeño gran hombre se presta al juego de mostrar el lado oscuro de la Fuerza, interpretando a un artista infiel y arruinado, mezquino y arrogante. El otro Warwick, que se parece mucho al otro Nosotros.
En "Life's too short", el alter ego de Warwick Davis ya no recibe llamadas de teléfono. El mundo se ha olvidado de que él también trabajó en la saga de Harry Potter. Mientras tanto, para hacer un poco de dinero, Warwick regenta una agencia de colocación para actores enanos (con perdón) que lo mismo hacen de duendes en películas de pacotilla que se alquilan como balas humanas para fiestas de borrachos. Es el show business de la Tercera División.
Como sucede con todas las ocurrencias paridas por Ricky Gervais y Stephen Merchant, “Life's too short” resulta ser una comedia muy poco generosa con el género humano. Los personajes ficticios son deleznables, o tontos, o directamente gilipollas, y los personajes reales se ríen de sí mismos mostrando una caricatura muy poco mediática de sus bajos instintos. “Life’s too short” es un juego entre amiguetes, y una fiesta de la risa.
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