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El personaje de una novela de Michel Houellebecq afirmaba que todas las historias serias comienzan con los amantes acostándose la primera noche. La historia de “El hilo invisible” es, por tanto, mucho más seria que cualquier otra, porque en la primera noche Reynolds no desviste a Alma, sino que la viste envolviéndola en diseños de ensueño.
Al primer golpe de vista, Alma se ha convertido en su musa y en su modelo. Después de tanto buscar y desechar, Alma, como un regalo del destino, ya es la medida exacta de su cinta métrica y de su imaginación desbordaba. Y al revés: Reynolds, para Alma, aunque ya un poco mayor y maniático, es el hombre indudable que la sacará de la vida real para convertirla en una princesa de cuento y dejarla probarse todos los vestidos antes de que se los pongan las princesas de verdad. El sexo, con tales certezas, es casi redundante en una noche como ésa.
Mientras veía “El hilo invisible” me acordé mucho de N., aunque nosotros, en aquella primera noche, nos desvestimos como dos amantes del montón, nada sofisticados ni originales. No la recordé por eso, sino porque ella se comportaba igual que el personaje de Reynolds Woodstock con Alma: desenamorada de mí, distante, incluso cortante, cuando entraba en el optimismo de la vida. En la vitalidad N. bailaba, viajaba, tonteaba... y se desentendía. Pero cuando le llovía la nube negra recordaba que yo siempre estaba disponible para cuidarla, al otro lado de la frontera. Entonces venía, o me llamaba, y mientras se dejaba consolar me decía que me necesitaba. Y que a su modo, muy particular, me quería.
Yo, por supuesto, deseaba su pronta recuperación; pero su recuperación suponía, ay, que yo volviera a difuminarme. Quizá por eso -como le sucede a Alma en la película -otra parte de mí deseaba que N. no recobrara el optimismo ni las ganas de bailar. Un pensamiento negro, pero en el fondo inocuo, sin setas venenosas de por medio, porque yo la quería tanto que incluso le recordaba las pastillas que tenía que tomar para recobrar la jovialidad y empezar a mirarme como si ya no me conociera.
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