Olvídate de París

 

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Las comedias románticas son un género engañoso y dañino. Te hacen creer en el amor, y luego, cuando sales de su embrujo, el amor siempre es otra cosa, y casi nunca está la torre Eiffel para decorarlo. Donde un amor de la vida real jamás brotaría, o rebrotaría, o superaría la adversidad, las comedias románticas, con un par de trucos y un par de chistes, obran el milagro de los amantes fundidos en un beso. Son tramposas, artificiosas, vulneran las leyes de la física y varios axiomas del sentido común. Están más allá de la ciencia-ficción, porque la ciencia-ficción, al fin y al cabo, va de naves espaciales que surcan el espacio, y es más verosímil ver volar un destructor del Imperio que creerte a según qué amantes uniendo sus destinos. Las comedias románticas están puestas por el ayuntamiento, o por la autoridad competente, para que sigamos creyendo en el amor y las granjas no se queden sin ganado. Hay que reproducirse, señoras y señores… Son un instrumento del gobierno, y un invento del diablo.




    Olvídate de París es una comedia romántica. Pero a pesar de eso, es una película maravillosa. Porque la comedia romántica, cuando está bien hecha, también es tiempo de fe, de suspensión de la razón, como en una misa del domingo. Mientras voy por ahí a trabajar, o con lo bici, o me enfrasco en las escrituras, soy un ateo perdido del amor. Si me sacan el tema, me encomiendo al cinismo para que se vea que yo soy un tipo curtido, veterano de Vietnam, y que ya no me dejo engañar por las mariposas y  los arco iris. Pero luego, en la hora bruja, cuando me desarmo en el sofá y me quito los protectores, me entrego al amor en las películas como un feligrés que todavía cree. O que quiere creer… Un tontaina que todavía se emociona cuando lo que parecía reñido o imposible, de pronto se resuelve en un guiño cómplice, y suena la banda sonora por debajo para subrayarlo. Y si encima te ponen una torre Eiffel bien puesta, que venga al caso, porque esta película de Billy Crystal es Casablanca pero con un árbitro de baloncesto y una empleada de aerolíneas recordando su París, pues cojonudo. Renacen, los brotes verdes.