🌟🌟
Yo también estoy pensando en dejarlo... A Charlie Kaufman,
precisamente. Al menos, al Charlie Kaufman que dirige películas y no se limita
a escribir guiones para otros. No compensa el tiempo invertido en sus películas
de auteur. No hay quien le siga en sus onirismos, en sus barroquismos,
en sus simbolismos para iniciados en el misterio. El misterio insondable de su mundo interior,
claro. No hay nada más aburrido que escuchar los sueños de alguien, y Kaufman,
salvo en aquella película de Anomalisa, se está convirtiendo en un
turras de mucho cuidado.
Que los sueños propios son un rollo para los demás lo sé por experiencia
propia, porque yo soy mucho de contar mis sueños a mis parejas, cuando las
tengo, llevado por la inquietud que me atormenta al despertar. Pero sé que en
el fondo no les interesa, y que sólo fingen que me escuchan por educación,
porque los sueños son un absurdo muy personal, incomunicable, y sólo tienen relevancia
porque afectan al ánimo de quien los sueña. Y eso mismo ocurre con Charlie
Kaufman y su pesadilla Estoy pensando en dejarlo: que es una
ida de olla, un producto del subconsciente, y yo termino desconectando como
espectador que se pierde y en el fondo no se entera. Sólo entiendo -y firmo
debajo- que el amor verdadero es el Gordo de Lotería, y que la mayor parte de
lo que vivimos como amores son el outlet del mercado. Queda claro en los
primeros minutos de la película, y es lo único hermoso y comprensible en este fregado. Lo demás es infumable, insondable, carne de diván para el
psicoanalista carísimo de Los Ángeles que seguramente atiende al señor Kaufman.
Luego están, por supuesto, los exégetas. Los enterados. Quizá
-y siento, entonces, meterme con ellos- los espectadores inteligentes y
sensibles. Los que han visto la película, vienen a la red y aseguran ofrecerte
una explicación coherente de toda esta cacharrería simbólica. Son los que traducen
las pelusas del ombligo al lenguaje de los humanos. Me río yo, de los
traductores del arameo, o del suajili…
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