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Pues no. Después de ver Borat, película film secuela queda
claro que no fueron los chinos los que crearon el coronavirus en el laboratorio
de Fu-Manchú. Y que tampoco lo dispersaron por el mundo aprovechando las
convenciones tecnológicas y los eventos deportivos. Y es sorprendente, porque esto de Fu-Manchú era la teoría más en boga por las barras de los bares, y por los
foros de internet. Es lo que pasa cuando no dejan de nevar y llover majaderías:
que se acumulan y al final siempre cuajan. Qué bien manejan el aparato de propaganda
esos cabronazos del otro lado... Saben que la gente, por lo general, es medio
mema y que carece de formación científica. Que es vulnerable y manipulable, y por tanto, carne
de reacción, de asalto capitolino.
Y no, tampoco: vistas las andanzas de Borat también
queda claro no fue Bill Gates el que diseñó la vacuna para introducir en ella
el control de nuestras mentes, el nanorobot de nuestra conciencia, con cuatro microchips
que le sobraban por el garaje del último ordenador. También lo cacareaban por
ahí gentes que yo presumía con dos dedos de frente, y resulta que sólo tenían
el cabello en retirada. 2020 ha sido un año terrible para la vida social, y no
sólo por el aislamiento en los hogares. Estamos como para reírnos de los
americanos... Entre la América Profunda y el bar peninsular yo no veo ninguna
diferencia. Espero que Sacha Baron Cohen ambiente su Borat III aquí, en la Piel
de Toro, porque también hay mucho conspiranoico al que trolear, mucho
indocumentado al que sacar los colores con una cámara oculta. Una jartá de risas
por explotar, ahí mismo, a la vuelta de la esquina.
No. Nada de esto. Ni siquiera era cierto lo del bocata de
pangolín, o lo de la sopa de murciélago, que defendíamos con ahínco los cuatro
gatos apegados a la ciencia. ¡El paciente cero era Borat! Le inocularon el
virus en la prisión de Kazajstán y luego lo enviaron a Estados Unidos tras dar
varias vueltas por el mundo, en misión diplomática, para vengarse de todos los
espectadores que nos reímos de aquel remoto país en la primera entrega.
¿Inverosímil? Entre Borat y Fumanchú, o Bill Gates, me quedo con el kazajo tontorrón.
Puestos a delirar, que sea con una sonrisa.
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