El orgasmo más famoso de la historia del cine salía en Cuando
Harry encontró a Sally, o viceversa, y era uno fingido. Y ni siquiera tenía
lugar en una cama, o en un coche aparcado en la colina, sino en mitad
de una cafetería. Una real, por cierto, en Manhattan, que todavía hoy indica el lugar del crimen con un cartel. Si usted no sabe de qué orgasmo le estoy hablando, una de
dos: o es demasiado joven, o acaba de salir del convento a conocer mundo, antes
de morir.
(Yo, por cierto, en esta última revisión, me he fijado en lo
que comía Sally antes de lanzarse a la actuación, para pedir lo mismo que ella,
claro, como en el chiste que remataba la escena: es un sándwich de carne y
queso, con pan integral, al que ella, tan dotada para la farsa como maniática
para las comidas, va despojando poco a poco de las lonchas).
Supongo que el orgasmo de Sally es una metáfora del propio
cine, que no deja de ser un placer fingido por las neuronas espejo, mientras
nuestro cuerpo, despatarrado en el sofá, ni siente ni padece. Supongo que
también viene a demostrar que el sexo no visto siempre es más perturbador
que el sexo explícito. No más excitante, eso no, porque ante los
cuerpos desnudos el periscopio se activa casi sin querer, pero sí más morboso y
seductor... Me consta que Meg Ryan se desnudó una vez en pantalla, decidida a
ganar el Oscar, y sin embargo, aunque estoy seguro de que
yo miré por una rendija, no recuerdo nada de su belleza interior. Decididamente,
me pone mucho más Sally hablando de sexo que Meg mostrando sus esplendores. Y
eso que yo, como muchos, estábamos enamorados de ella: de su cara de muñeca,
de sus ojos azules, de su pinta de exalumna de las monjas... Mientras los críticos
sesudos la atizaban, nosotros, en secreto, la mirábamos, y la remirábamos, y la
admirábamos... Durante varios años fue la gran estrella de Hollywood. Con Meg,
como quien dice, aprendimos a mandar emails a nuestros amores lejanos. Luego,
en homenaje, la Unión Astronómica Internacional le puso su nombre a un
asteroide, el 8353 Megryan. No es una estrella, vale, pero surca el firmamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario