“Why is Ukraine the West's Fault?” no es una película. Ni
tampoco un documental. Es una charla sobre geopolítica que un buen amigo me
recomendó. “Oro puro”, me dijo, para entender los pepinazos que hoy mismo están
cayendo sobre Kiev. Y pardiez que es oro puro. El oro de Moscú, quizá.
Esta masterclass sobre Ucrania quizá no debería figurar aquí,
en el manojo de escrituras sobre cine. Pero mira: al fin y al cabo hay una
cámara y un fulano que se pone frente a ella. E incluso dos, si contamos al
tipo que hace las introducciones. Así hacían las películas los hermanos Lumière
y no veo que nadie ponga objeciones. Plantaban la cámara y la gente hacía cosas
ante el objetivo: paseaba, o jugaba, o salía de una fábrica de los hermanos
Lumière, precisamente. Este hombre de la charla habla sobre la situación en Ucrania allá por
el año 2015; y como un pitoniso de verdad, y no como un estafador de la
madrugada, hace un anticipo geoestratégico de lo que ahora estamos viendo por
la tele. Tampoco había que ser muy listo, al parecer. Era cuestión de tiempo,
de desbordar el vaso de la paciencia. Y Vladimir tiene un temperamento
sanguíneo, y sanguinario.
Lo que viene a decir John Mearsheimer es que quizá sería
buena idea dejar a Ucrania en paz. No tirar de ella hacia Occidente para que
los rusos no tiren de ella hacia Oriente. No partirla en dos, que bastante
partida está ya desde su creación, con ucranianos por un lado y rusos por el
otro. Mearsheimer es un erudito de la cuestión, un tipo que sabe de lo que
opina, pero habla como le hablaba yo a mi madre el otro día, cuando me preguntó
que qué demonios pasaba en Ucrania, hijo, y yo le expliqué que imagínate si los
chinos quisieran poner unos misiles en Tijuana, lo que iban a tardar los
marines en invadir a los mexicanos. “Ahora ya lo comprendo mejor”, me dijo.
Mearsheimer explica que si los americanos tienen la doctrina
Monroe, los rusos tienen la doctrina del zar. Y que zares han sido todos los dictadores
que vinieron tras Nicolás II, aunque ellos lo vayan llamando de otra manera.
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