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Del agua mansa me libre Dios, que de la brava me libro yo. Lo
decía mucho mi abuela cuando yo era pequeñín. Pero como era pequeñín, no
terminaba de entenderla. A mí me parecía más bien al revés: que Dios, o Jesusito
de mi Vida, que era niño como yo, estaban en la Torre de Vigilancia para defendernos
del agua brava: de las olas gigantes, y de los ríos desbocados. Y que para el
agua mansa -que era el agua de los charcos, o de los arroyos sin profundidad-
bastaba con pegar un saltito o coger la mano de mamá. Hablamos de las personas,
claro. Y de Benedict Cumberbatch en particular, que parece el río desbravado de
esta película.
Mi abuela hablaba de los bocazas como él, de los faltones pendencieros,
que a veces no son tan peligrosos como los pintan. O sí, según... Pero que aun
siendo peligrosos, se les ve venir a la legua y puedes levantar las barricadas.
Están ahí, enfrente, posicionados. En cambio, de los falsos que sonríen, de los
sicarios que disimulan, es mucho más difícil guarecerse. Los quintacolumnistas son
la gente más peligrosa que puedas imaginar. Pueden pasar por perfectos desconocidos
que te cruzas al pasar, pero también pueden ser tus amigos, tus parientes, cualquiera
que te siga el rollo. Tus amantes incluso. El peor enemigo puede ser quien te
besa cada mañana jurándote fidelidad mientras rumia su venganza, o planea su
deserción. El agua mansa...
Por otro lado, tengo que decir que me toca mucho los cojones
que la Biblia se meta tanto con los perretes, yo que tengo uno, y que además estoy
convencido de que ellos son los ángeles del Señor, inocentes y tontunos. Aquellos
barbudos del desierto que tanta turra nos dieron con sus guerras por el agua
-qué otra cosa, sino, es el relato de la Biblia- tenían a los perretes por seres
sucios, inmundos, poseídos casi siempre por diablos. Yo pensaba, siguiendo a mi
abuela, que lo del poder del perro hacía referencia al perro ladrador y poco
mordedor. O al poco ladrador pero peligroso de cojones. Pero no: no era eso.
Mecachis lo profetas. Eddie, a mi lado, asiente con su cabecita.
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