🌟🌟🌟
“Un polvo desafortunado o
porno loco” no es una película porno, aunque comienza como tal: con una mamada filmada
sin sombras ni tapujos. En eso, la película es como aquellos anuncios
callejeros que ponían SEXO en letras bien gordas, y luego, por debajo, continuaban
con “Ahora que ya tenemos su atención...” y pasaban a venderte desde un lote de
aspiradoras hasta un acto benéfico en favor de los tetrapléjicos.
La película, por
supuesto, secuestra nuestra atención -al menos la mía- pero a los pocos minutos
se convierte en eso que los culturetas llaman “un experimento fílmico”: una
cosa híbrida entre la película y el documental. Entre la narración de unos
hechos y las pedradas de un artista conceptual. Una propuesta rara,
indefinible, ganadora en el último Festival de Berlín, de la que te gustaría
desprenderte de un manotazo porque sospechas que en el fondo no es más que una
tomadura de pelo, pero que se te agarra a los ojos, y a las meninges, porque a
veces dice cosas muy sabias y expone argumentos muy contundentes.
Lo que viene a contar “Un
polvo desafortunado o porno loco” es que
estamos viviendo una involución de las democracias. Que el fascismo no es que esté
resurgiendo, sino que nunca se fue, agazapado como estaba en los contubernios
de los bares. Hubo unos años en los que casi nos creímos libres de las banderas
nacionales y abrazábamos conceptos universales, transfronterizos, pero todo era
mentira y postureo. No era más que el sueño del monstruo, el rearme en secreto
de los ejércitos.
Lo que viene a decir esta
película rumana es que delante de una pantalla nos sigue escandalizando mucho
más una mamada que un acto racista; una masturbación que un desfile militar; un
polvo que un himno belicoso; un orgasmo bien disfrutado que un cadáver
reventando en una batalla. Una pareja follando que unos niños cantando glorias
guerreras en el patio del colegio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario