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En los primeros minutos de Copia certificada un suspiro de alivio brota de mis pulmones: Kiarostami abandona el paisaje iraní y nos transporta a la primavera de la Toscana para contarnos el romance entre un escritor inglés y una galerista francesa. Ella es, gracias a los dioeses, Juliette Binoche, que es la quintaesencia de la mujer francesa, y de las señoras guapas.
En los primeros minutos de Copia certificada un suspiro de alivio brota de mis pulmones: Kiarostami abandona el paisaje iraní y nos transporta a la primavera de la Toscana para contarnos el romance entre un escritor inglés y una galerista francesa. Ella es, gracias a los dioeses, Juliette Binoche, que es la quintaesencia de la mujer francesa, y de las señoras guapas.
Se las promete uno muy felices, sí, con esta película que arranca como un Antes del amanecer conversacional y didáctico, con una pareja madurita que toma el relevo de los jovenzuelos que allí se requebraban. Pero se ve que a Kiarostami le jode mucho que el gran público llegue a entender sus intenciones de gran maestro indescifrable. Así que cuando más enganchados nos tenía, y más enamorados estábamos de Juliette Binoche, Abbas, nos introduce en un juego de adivinanzas para demostrarnos, una vez más, que las gentes vulgares no estamos a la altura de sus sesudas intenciones.
¿De qué va, realmente, la pareja protagonista? ¿Es un matrimonio aburrido que juega a la fantasía de ser dos personas recién presentadas? ¿O son, ciertamente, dos simples conocidos que juegan a ser un matrimonio veterano, en lúdico entretenimiento? No sé. Los diálogos, deliberadamente ambiguos, lo mismo te hacen pensar una cosa que la otra. Te vuelven loco... Kiarostami se lo tuvo que pasar teta, planteando este dilema sobre la identidad secreta de los amantes. Pero con su gracieta me jodió la película. Para una vez que iba a aplaudirlo, y a dedicarle bonitas palabras en este diario, me salió, en la hora final , con otra demostración de su diabólica inteligencia. Pues bueno.